Palabras de D. José Cobo, obispo auxiliar de Madrid, en la 7ª Vigilia Diocesana por la Comunión Eclesial (24/2/19)

Tengo la suerte de ser de pueblo. Mi padre, que tiene el buen alma de jardinero, me decía que en estos días de calor la semilla y los brotes van muy de prisa y crecen rápido. El jardinero bueno es el que cuida, arropa y desinfecta cada brote y la semilla es buena y crece. Necesita tierra que le arrope, pero a veces crece muy deprisa. Pero mi padre, que es jardinero, prepara como una especie de bolsitas para que cuando venga el frío cuide a los brotes y respete el ritmo y así es como es un buen jardinero.

En nuestra iglesia hay signos de que la comunión crece. Necesitamos vigías y profetas de esperanza que nos digan por dónde está creciendo la comunión para que esos signos nos animen a todos allí donde estemos y hagamos lo que hagamos. A veces crece por donde no esperamos. La comunión crece primero con la oración como esa tierra que abraza la semilla. Y también necesitamos vigías y profetas de esperanza que nos digan por dónde crece la comunión, para que despierte en cada uno de nosotros, en nuestras comunidades y parroquias, esa vocación de ser jardineros, jardineros del milagro del Espíritu.

Cristo como semilla que crece se entregó a todos para hacer una misma familia y para descubrir quién es ese Dios que, como Padre, nos quiere abrazar a todos. Es Cristo el que una vez más llama a todos sus seguidores a ser señal de su paz, a ser signo de su comunión, de su presencia. Y esto se hace estando juntos y manifestando esa comunidad que es Dios. Por esto hoy, una vez más, como vamos entrando poco a poco en toda nuestra diócesis, somos llamados a cuidar todos esos brotes, a nombrarlos y hacer de ellos signos de salvación y de esperanza en medio de nuestro mundo.

Pero, ¿cómo mostrar estos signos de comunión en medio del gran pluralismo y la diversidad de nuestro mundo? Pues en esto está nuestra atención y nuestro arte.

Me pregunto si después de estas vigilias no habrá llegado la hora de andar y tocar juntos la identidad bautismal como vocación y como fuente común. De ir a esa raíz de nuestras vidas. ¡¡No será ya el tiempo de atrevernos a dar la mano a muchas más realidades diversas y llamarlas e invitarlas a la oración juntos!!.

La semilla crece y necesita tierra. Y la tierra está aquí y también en lugares donde ni siquiera imaginamos. La semilla crece y necesitamos jardineros que cuiden y preserven cada brote.

Las lecturas de hoy domingo nos indican el ritmo de este jardinero en la siembra y el cuidado de la comunión. La siembra es a medida de la cruz, el dar sin esperar nada a cambio, del entregar cuando no te entregan nada, de regalar amor cuando a lo mejor no te encuentras amor, pero esa es la medida del Señor y esta es la medida de la comunión. Sembrar ante el desplante, sembrar a veces ante la incomprensión, pero estar ahí.

Mis queridos amigos, gracias. Cristo nos entrega la comunión y nos la entregará cuando y cómo Él desee. Como en Pentecostés, lo único que nos pide son dos cosas: Primero, estar Juntos, ser tierra, estar juntos; y lo segundo, ser buenos jardineros estando atentos a los brotes y cuidarlos de los fríos y cuidar la semilla que va creciendo con mimo y a los nuevos brotes de esperanza.

Gracias a los que hacéis de tierra. Gracias también a los que despertáis la vocación de jardinero que todos llevamos dentro.

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