Reflexiones desde San Blas en tiempos de cuarentena – Día 2º

Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria

Día segundo del Estado de Alarma.
Domingo 15 de marzo de 2020

 

Queridos hermanos.

El Cardenal Osoro prohíbe celebrar misas públicas en la Diócesis.

Nos invita a todos a orar y a servir. Y a seguir las celebraciones en Comunión Espiritual a través de los Medios de Comunicación. Hoy acudid a las misas televisadas.

En esta mañana, os ánimo a descubrir el sentido de lo que nos está pasando. En el evangelio de Juan, que hoy, Tercer Domingo de Cuaresma, leemos en la Iglesia, encontramos esta perla:

Juan 4: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto solo deben hacerlo en espíritu y verdad.»

Fijaos qué oportunidad nos da esta cuarentena y encierro, para adentrarnos en las raíces de nuestra fe, desde este silencio en el vive nuestro corazón. Hoy, quizás a algunos de nosotros por primera vez, el Señor nos sacará de los circuitos oficiales, y nos ofrecerá la posibilidad real de entrar en el propio corazón, y ahí, en la soledad, de adorar al Padre «en espíritu y en verdad». Aprovecha este don. Este si que es un gran regalo.

Para ello, adquiere la certeza, que te ofrece el invocar de principio al Espíritu Santo, y entra del todo, después de tener cerrada la puerta de tu casa, a tu cuarto, a tu corazón, que es tu verdadero hogar, que es el verdadero templo que Jesús le ofrece a la samaritana.

Quizá te has pasado la vida buscando fuera lo que tienes dentro. Pero, ahí es donde te está esperando tu Padre, con ese abrazo único, que hoy sólo Él te puede dar. Ahí, recluido entre sus brazos, puedes intentar la gran aventura de aprender a encontrarte con tu centro (tu ser esencial), con este Padre amoroso que te abraza, te levanta y te devuelve tu dignidad. «Ora a tu Padre que está en lo escondido» de la raíz humana. En ese centro de tu alma podrás comprender también tu misión: No sólo eres el hijo amado, que lo eres, sino que también eres el pequeño hermano que podrás acoger en su Nombre a tus hermanos.

Quédate en silencio. Contempla el don de tanto amor. Y ábrete al bien de tus hermanos.

Si puedes, tienes 24 horas, quédate acurrucado en el ser del Padre. Deja que sane tu interior, al sentirte amado y perdonado, y abre tu corazón a la petición por tus hermanos.

Y así, en esta situación reza la oración de los hermanos a tu Padre, que está en tu íntima intimidad, y sábete unido a todos ellos. Somos un Cuerpo: «Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre…»

Quédate ahí sin tiempo. No tengas prisa. Repasa el Evangelio y las Lecturas del domingo. Deja que tu corazón se convierta a impulsos de su amor.

Y pide por los que nos cuidan a todos: los sanitarios, los de la limpieza, los de los abastecimientos, las fuerzas del orden, los que rigen nuestro destino, los transportistas, los trabajadores, los jóvenes, los niños, los mayores, los enfermos, los muy graves, los que mueren… TODOS SOMOS UNO. TODOS PARA TODOS, CON TODOS, ENTRE TODOS. Y TODOS NOSOTROS, CRISTIANOS, «POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL.» Y sabiéndonos unidos al resto de la humanidad, a los hermanos cristianos de otras confesiones, a los miembros de otras comunidades religiosas, a los que no creen, a tantos amigos en cualquier situación, a los que viven en el peligro diario de la calle, a los voluntarios, a los que tú conoces y sabes que ahora mismo requieren de tu aliento y oración.

Y acaba implorando a la Virgen Madre con esta «Oración a María en los tiempos difíciles», que me pasan las hermanas salesianas:

«Oh, María Auxiliadora, Madre y Maestra,
enseñamos a olvidarnos de nosotros mismos,
para pensar en el bien de los otros;
a no anteponer nuestras preocupaciones
al servicio de los demás.

Haz nuestro corazón más parecido al de tu Hijo Jesús.
Para sentirnos cercanos a las personas y familias,
que están sufriendo la enfermedad.
Haznos solidarios con los miles de desplazados,
que en estos días esperan acogida
y encuentran solo rechazo y violencia.

Tú eres Virgen «de los tiempos difíciles»,
en ti ponemos nuestra confianza,
formando juntos, como familia cristiana,
una red de oración incesante.

De ti, María, aprendemos
que el miedo paraliza,
y que la confianza multiplica las energías
y nos hace capaces de dar la vida. Amén.»

 

Antonio García Rubio