Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria
Día cuarto del Estado de Alarma.
Martes, 16 de marzo de 2020.
Buenos días a todos.
¿Habéis hecho, aunque seáis mayores, un poco de movimiento? ¿Alguna tabla de ejercicios, algún bailecito, o paseitos por el pasillo? Es muy importante que nos movamos, aunque no tengamos perrito. Por dentro de casa.
No perdamos el buen humor ni la paciencia.
Me hace bien esta reflexión y os la paso: Muchos preguntan dónde está Dios ante tanto dolor. Y la respuesta es humilde y sencilla: Dios está en medio de tanto sufrimiento. Está unido a nuestra cruz. Y comparte, para hacerla llevadera, nuestra carga. Está vivo y activo alentándonos en nuestros corazones, en la UCI de los hospitales, en las manos del personal de limpieza, ayudando en los camiones de los transportistas, pensando con la sabiduría minuciosa de los científicos y haciendo ensayos en el laboratorio de los investigadores. Dejémosle ser nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor.
Pidamos esta mañana por las personas que lo pasan peor con la cuarentena, los enfermos mentales y los que viven en pequeñas habitaciones alquiladas, unos pegados a los otros. Pidamos mucho por ellos y por los que viven en la calle. Y por la Comunidad de San Egidio, que está recaudando fondos para productos sanitarios para los los sin-techo. Colaboremos con ellos.
Veamos un par de frases del evangelio de San Mateo de hoy:
«Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?» Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»
Solo un apunte. El perdón es el bálsamo más curativo del mundo. Jesús ha venido para que nos reconciliemos con Dios mediante el perdón, y para que experimentemos la fuerza y el don del perdón, que es sanador para nuestras heridas. Es muy necesario que aprendamos en estos días de reclusión en casa a pedir perdón y a regalar el perdón a quien nos lo pide.
Ahora tienes tiempo. Piensa en aquellos con los que estás enfadado o enfrentado, y a los que hace mucho que no hablas ni visitas. Pueden ser incluso tus familiares o los que fueron tus vecinos o amigos íntimos. Ahora tienes rota la relación. Has de luchar por el perdón, por darlo y recibirlo. Lo que hagas con los demás, lo harán Dios y la vida contigo. Perdona a tus hermanos. Levántate, después de haberlo perdonado en el silencio orante de tu corazón, y toma el teléfono, marca esos números que tienes aparcados, reconoce que es ridículo no hablar a los hijos de Dios y hermanos tuyos, y pídeles perdón u ofréceles el perdón. Te quedarás nuevo y feliz, y habrás empezado un tiempo de paz y renovación-conversión.
Reza el Padrenuestro. Y párate en: PERDONA NUESTRAS OFENSAS, COMO PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN…
Déjate modelar por la Palabra de Dios. Pide por los enfermos y los que descansan ya en Él. Y los que pasan horas y horas de soledad.
Y siéntete bendecido y amado.
Come bien. Verduras y frutas.
Y mantén algunos ratos de respiración y oración. Sentado y con la espalda recta y distendida.
Como diría San Francisco de Asís, PAZ Y BIEN.
Antonio García Rubio.