Reflexiones desde San Blas en tiempos de cuarentena – Día 9º

Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria

Día noveno del Estado de Alarma.
Domingo, 22 de marzo de 2020.

Efesios 5: «Hermanos: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz -toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz-, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas.»
Este pequeño texto me sirve para proponeros dos opciones.

La primera: Mirad atrás, por favor, en un momento de soledad y de profundo silencio. No os regodeéis ni os detengáis en el pasado. Sólo dejad que pasen por vuestra mente imágenes de esas épocas, de las diversas historias de vuestra vida, en las que por ambición o dejadez os habéis entretenido en tomar parte en las obras estériles de las tinieblas. No te juzgues. Solo mira las imágenes; mírate a ti mismo situado en las tinieblas de tu vida. Deja que las imágenes, la memoria y la conciencia iluminada por Dios hagan su tarea. Déjate en sus manos. Ya está. Y ahora, pasa página. Sólo, si lo consideras oportuno y te nace del alma, pide perdón por tu historia negativa.

La segunda: Dejado a un lado el pasado, olvídate de lo que no existe, que es el futuro, y menos el futuro que nos pinta el coronavirus. Y céntrate en lo único que en verdad existe: EL PRESENTE. AHORA SOIS LUZ, CAMINAD COMO HIJOS DE LA LUZ. Dios es la Luz y es el Presente. Es un Presente eterno, es Amor eterno, y el Amor no es pasado ni futuro, no es tiempo. Es, y ya está. Es presente. Sólo presente. Vive, pues, el presente luminoso de Dios. Andemos en este momento como hijos de la luz y sólo ocupados del presente que se nos está dando en este momento. No entendemos bien qué es eso de vivir el presente. Sólo se entiende bien cuando entramos en el silencio amoroso de Dios a través de la oración. Ora. Vive en Él. Y sentirás el bien inmenso que es vivir su presencia.

Ahora, con el coronavirus, y con el encierro en el que nos encontramos de soledad y abandono, y forzados por el dolor, el sufrimiento, le enfermedad y la muerte, es un momento favorable para olvidar el pasado y perdonarle, y para dejarnos de angustiar por un futuro incierto y desconocido. Vivir en las contradicciones del tiempo nos hace sufrir esterilmente, y nos impide vivir el presente en su luz, en su plenitud y en sus enseñanzas. VIVE EL HOY. Céntrate en él. Lo demás, como dice Jesús, se nos dará por añadidura. A cada día le basta con su afán. Tienes mucho que orar, que vivir, que llorar, que reír en el día, en este presente. Hazlo con plena conciencia. ¡Vive! Esta crisis nos permite vivir con luz, con pausa, con una conciencia iluminada. Aprovecha, entre los sufrimientos, este hoy, este presente de gracia. Sé como Dios, vive su ser, su presente eterno.

Al celebrar la eucaristía cada tarde, en la soledad habitada de mi casa, siento que estáis todos, noto vuestra presencia, me sé parte de un Cuerpo, de un Pueblo eterno. Estamos todos nosotros en ella y también están los que se han ido y se están yendo, porque todos somos Uno en Él, en la Trinidad. Misterio de comunión profundo. Se puede estar solo, y estar absolutamente acompañado, y viviendo en un presente vivo que no se acaba. A veces, cuando estábamos rodeados de mucha gente nos podía pasar aquello que decía A. Machado: «Tengo mis amigos en la soledad, cuando estoy con ellos, qué lejos están.»

Algo nuevo nos está sucediendo entre tantos dramas diarios. Una nueva luz atraviesa nuestras conciencias. Aprovechemos esta oportunidad.

Pedimos hoy de un modo especial por los camioneros y los mozos que hacen el milagro diario de tener abastecidos nuestros supermercados. Y por los vendedores y las cajeras que se exponen al contagio.

Una amiga me propone esta oración: No olvidemos a las mujeres limpiadoras y cuidadoras, las invisibles que están ahí sin decir ni una palabra. A los celadores y a las auxiliares. Hacemos de todos esta oración.

Y por los que pueblan y colapsan las UVIS, llenos de gravedad y seria dificultad para respirar.

Y por nuestros difuntos. Ellos son las grandes víctima y mártires de esta guerra invisible.

Padrenuestro que estás en el cielo…
Dios te salve María…

Paz.

Antonio García Rubio.

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