Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria
Día vigésimo séptimo. Estado de Alarma.
Jueves Santo, 9 de abril de 2020.
Buenos días.
En este Jueves Santo tan atípico, tiempo de pandemia, hemos de seguir preparándonos para que, al concluir esta experiencia mortal que nos envuelve, podamos salir fortalecidos y dispuestos a hacer posible un nuevo modo de vida y una nueva sociedad. Vamos a preparar la Mesa para la cena que vendrá. Amasemos, ahora en secreto el pan. Bajemos a la bodega del corazón a buscar el mejor vino. Preparemos la jofaina, el agua y las toallas del servicio.
Cada cual vaya haciendo sus aportaciones, pues es mucho lo que estamos viviendo y conociendo de nosotros mismos y de los demás. Y es mucho lo que podemos ofrecer como ofrendas a la mesa común. Mucho podemos mejorar como humanidad y sociedad. Jueves Santo para comunicarnos aquello que nos haga mejores personas, que se sirvan unas a otras. Hago una aportación, propia de mi sensibilidad creyente, con relación a los prejuicios que sería bueno superar por unos y otros. Hay uno, que lo padecemos todos, y que se pone de manifiesto al sernos requerido el amor fraterno
Siguen existiendo prejuicios graves entre creyentes y no creyentes. Demasiados silencios sobre las relaciones mutuas. Demasiados desconocimientos o ignorancia mutua, no carente de toques agresivos en los extremos. Hay creyentes con posturas extremas, de poco amor fraterno para los que no piensan como ellos. Y lo mismo sucede de la otra parte. Y fuera de los extremos existe la postura de silenciar la existencia de los otros. Los que dominan la escena y los escenarios silencian o ignoran a los otros.
Quizá ha faltado sensibilidad o conocimiento mutuo para ofrecer una palabra de aliento y gratitud a los millones de personas que se ayudan, o ayudan a otros, con su fe y su oración en la lucha contra la enfermedad; a los que sacan fuerza del impulso de la fe, para servir y colaborar, humana y socialmente, de mil formas distintas, en sanar y fortalecer la vida de muchas personas. Millones de creyentes que realizan esa misión desde la gran diversidad religiosa que hoy existe entre nosotros. La fe y la espiritualidad, que son sustentadoras de vidas, y potenciadoras de la salud material, mental, afectiva, relacional y espiritual de muchos, no sano silenciarla. Lo mismo que no debería suceder, bajo ningún concepto, en el caso contrario.
Podemos tener fe o no tenerla, pero siempre hemos de tener la responsabilidad y la delicadeza de mencionar y alentar a todas las personas que no son como nosotros. Los millones de personas que se amparan y sustentan en la fe o en otros valores, en estos momentos durísimos, no pueden ser pasadas por alto. Poner de manifiesto a las personas que trabajan y se fundamentan en el saber de la ciencia y a las que lo hacen en la fortaleza de la fe, es construir un futuro de unidad y de paz. Amor fraterno es abandonar prejuicios del pasado. Esta crisis tan dolorosa y profunda, que nos pone a todos al desnudo, nos hace comprender que todos somos importantes, que cada uno es su don y una medida necesaria de amor fraterno. Y que todos hemos de contar por igual para construir el futuro.
Comprometámonos los creyentes al respeto mutuo, al conocimiento de la diversidad y al amor fraterno. Nos ayuda, ir creando en este Jueves Santo de la pandemia y el encerramiento, las condiciones para la fomentar la unidad necesaria con todo nuestro pueblo. No hemos de ocultar, silenciar o ignorar nuestras legítimas y reconocidas diferencias. Las diferencias se airean, y se dialoga sobre ellas. Silenciar no es construir el futuro, es mantener los prejuicios del pasado. Nadie es sólo bueno o sólo malo. Todos participamos en la vida de lo bueno y de lo malo.
La fe es un don humilde que afecta a la existencia entera de quien la posee.
Hoy, Jueves Santo, el don de la fe nos permite vivir, desde la intimidad orante del corazón, las sublimes realidades que el Señor ofreció a su Iglesia:
1. La Cena, la Eucaristía, que en este tiempo oscuro no podemos celebrar en nuestras comunidades, pero que es la vida misma de Cristo que alimenta a sus discípulos, con su Cuerpo y su Sangre, y con su Palabra. Seamos hoy un Cuerpo espiritual bien comunicado, alimentado y hermanado.
2. El servicio y la entrega amorosa y sacrificada a los demás, como lo hacen ahora nuestros sanitarios, y escenificada mediante el gesto de humillarnos ante los demás, lavándoles los pies. Seamos ya en las familias o en barrio, o con el teléfono, servidores. Y aprovechemos el hecho de ocupar el lugar de los últimos, olvidados en nuestras casas.
3. El Cuerpo sacerdotal que somos los bautizados, tiene ministros especiales y ejemplares para servir en la presidencia de los sacramentos. Oremos hoy por nuestros presbíteros, sacerdotes ordenados para alentar y apacentar al pueblo santo de Dios.
Y vivamos de amor fraterno, de amor a todos y de amor esencial a los que están en extrema necesidad. Día para orar y apoyar a Cáritas y sus voluntarios. Para hacer un esfuerzo de colaboración económica. Ya tenemos aquí tiempos muy difíciles para miles de familias.
Y continuemos orando con fe por el fin de la pandemia, por la sanación de los enfermos, los de la UCI, y los que se debaten entre la vida y la muerte. Y por los difuntos.
Jueves Santo. Si alguno tiene pies que lavar espiritualmente, que mande su nombre, y de ese mismo modo se los lavaré al celebrar la eucaristía en mi casa, con la presencia amorosa de todos vosotros.
Padrenuestro…
Ave María…