Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria
Día trigésimo cuarto. Estado de Alarma.
Jueves de la Octava de Pascua, 16 de abril de 2020.
Otro día más. Buenos y pascuales días, hermanos y hermanas, en clave de Octava.
«Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
‘Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.» Esto nos transmite Lucas al hablarnos del Encuentro con los discípulos reunidos. En los relatos pascuales, que nos muestran encuentros serenos y naturales de Jesús con sus discípulos, en el marco de la comida, se nos dan toques de atención. Jesús convoca a sus discípulos a un tiempo nuevo, de conversión y de perdón, que requerirá de un gran aprendizaje, si no quieren que el impulso que Él les da, ‘se quede en agua de borrajas.’
Conocemos gente que en un momento dado, se enamora locamente de alguien, pero que, después de un tiempo de obnubilación y fascinación por el otro, al no cambiar nada de su vida, ese amor termina desinflándose. Así pasa en la historia de muchas parejas, que se ven abocadas al fracaso por el paso rutinario, aburrido y tedioso de su convivencia. Y es que, lo que no se cuida, se pierde o se aja. Hay miles de ejemplos. Ahí van un par de toques de atención sobre cuestiones relevantes, desde nuestra oración y nuestro silencio mañanero:
1. El futuro. Todos perdemos la boca hablando de lo mucho que va a cambiar todo esto, cuando acabe la pandemia. Pero, también albergamos serias dudas. No dejamos de ver la importancia de lo que vivimos. El virus nos da un toque de atención muy importante. Nos habla sobre la necesidad de cambiar nuestros hábitos de vida, sobre el cambio necesario del sistema y del comportamiento económico. La sociedad está humana y económicamente herida, llena de tristezas, sin recursos y sin trabajo para muchos. Tenemos la sensación de que no se podrá resistir que continúe mandando en el mundo la ambición y el poder del dinero, pues acabarán provocando caos e injusticias. Si queremos un futuro en paz y en justa solidaridad, es necesario que lo preparemos desde ya, que todos despertemos del sueño y el señuelo del pasado, y que nos preparemos para el futuro, tanto a nivel personal y familiar, como a nivel de las estructuras políticas y socioeconómicas. Algo profundo ha de cambiar, y no se acierta a ver un camino, que parece de espinas. Oremos juntos.
2. Las personas. Si no hay un cambio de valores, de pensamientos y de actitudes, será imposible que triunfe lo mejor de nosotros mismos en el futuro. Hemos de educar, formar y cuidar lo que queremos ser. No es posible cosechar patatas, si no hay simiente, ni siembra, ni cuidados, ni abono, ni riego, ni exterminio de plagas, y si no se arrancan los hierbajos inútiles o malignos. El ejemplo de la siembra nos habla de lo que sucede a menudo en la vida. Y de lo que le puede pasar a nuestra fe. Cuanta gente se queda en la superficie de la fe. La usa sólo para pedir ayuda, o cuando se está ahogando.
Pero la fe es ante todo un proceso de siembra y de crecimiento de una semilla que se nos dispensó en el bautismo, y que necesita ser cultivada. Precisa ser cuidada con los encuentros fraternos, con la oración y con el servicio. Ha de ser abonada con la Palabra y los sacramentos. Y se ha de procurar para ella: reflexión, lectura, tiempos para ser compartida en comunidad, espacios para convertirla en alabanza, y coraje para hacerla creíble mediante el compromiso con los pobres y con la sociedad. Si esto no se da, la siembra resultará inútil. La acción de la gracia del Espíritu Santo está relacionada con las obras de cuidado y amor por parte del hombre.
Con todo, Dios, que es el gran protagonista, siempre nos puede sorprender. Pero no habrá un cambio significativo, si nosotros no nos implicamos amorosamente con Él y con el hombre, y no nos preparamos para un proceso de sanación e iluminación. Algunos quieren agua corriente en sus casas, sin hacer acometidas y canalizaciones desde la fuente. Y algunos que no cuidan nada la fe, protestan porque Dios no aparece cuando le llaman. A veces Dios pasa a nuestro lado, y no tenemos siquiera sensibilidad para reconocerlo. Nos pasa como Santo Tomás, que no quiso creer que hubiera resucitado el Señor por las palabras que le decían sus hermanos, y necesitó tocar con sus manos y ver con sus ojos las llagas del crucificado para creer.
Cuidemos el futuro de nuestra sociedad, trabajando el presente, y cambiando el corazón y el rumbo equivocado de nuestras vidas. Oremos, para que la gran empresa que nos espera tras en coronavirus, sea preparada desde ahora, mediante una conversión trabajada de nuestras mentes, nuestros corazones y nuestras obras.
Y continuemos pidiendo por todos los que sufren la enfermedad y la muerte de sus seres queridos en la pandemia. Por todos los siguen arriesgando sus vidas por sanarnos y para ayudarnos a vivir en esta larga cuarentena. Por los que han vuelto a sus trabajos. Por los que se están quedando sin ingresos y sin trabajo. Y para que no falte la paciencia en las familias y los que viven en soledad ante la prolongación del tiempo de encerramiento.
Padrenuestro…
Ave María…
Antonio García Rubio.