XXVII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO POR LA COMUNIÓN

Por Antonio García Rubio
Coordinador de la Comisión Diocesana por la Comunión Eclesial

 

En Madrid se celebra hoy por primera vez, y para todo el Pueblo de Dios, el Domingo por la Comunión en la Iglesia. Una iniciativa que se ha ido fraguando lentamente, sin especial protagonismo, por una Comisión Diocesana que recoge sensibilidades diferentes, y creada hace años. Nació del sueño reiterativo de un anciano dispuesto a dar la vida para que la Iglesia renaciese desde una comunión consciente, en el espíritu del Evangelio, que dejase caer muros, fronteras, normas impuestas, prejuicios ancestrales, y las máscaras de comunión, para dar salida a la oración de Jesús: «PADRE, QUE TODOS SEAN UNO, COMO TÚ EN MÍ Y YO EN TÍ, PARA QUE EL MUNDO CREA». Una oración nacida con la determinación de ser escuchada y vivida por sus discípulos. Así, la obediencia a Cristo, en Comunión Trinitaria, hará posible que el mundo crea, y ha hecho posible este Domingo por la Comunión.

Isaías 5 utiliza una atractiva imagen de la Comunión: «Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas. Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones». El Papa Juan Pablo II habló de las máscaras de Comunión, de esos agrazones de la viña-comunión actual que traemos a nuestra memoria orante. Máscaras y agrazones que no son lamento, crítica o entretenimiento, sino miradas de luz para refrescar nuestro estado aturdido y adormecido. Oremos juntos con una mano en el corazón, y agarrados con la otra del Espíritu, haciendo nuestros los interrogantes que desvelen el camino de una auténtica comunión. ¿Estamos encerrados en los agrazones del activismo? ¿Acomodados al apego afectivo de nuestros pequeños grupos? ¿Aceptamos con naturalidad las divisiones y desprecios con los diferentes? ¿Nos estaremos empequeñeciendo, hasta resultar insignificantes, por marginar la Comunión? ¿Habremos empequeñecido a Dios, al ser Él la Comunión misma olvidada? ¿Habremos idolatrado lo particular, y olvidado lo común? ¿Estamos dejando crecer rumores que arruinan la Comunión? ¿Tendremos rota la íntima relación con los pobres, sus elegidos? Mateo 21: «Arrendará la viña a otros labradores. Se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

El don más preciado no puede morir por falta de cuidados. La mucha dedicación a lo particular, quita mordiente a lo común. Salmo 79: «Dios, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa». ¿Cómo volver a aprender, para hacer vigorosa la viña del Señor? Miremos detalles humanos, y aprendamos.

1.- Comunión es similar a la búsqueda de complicidad en las relaciones de amistad, a las conexiones espirituales, a los encuentros para servir, a las búsquedas de caminos que confluyen en el apoyo mutuo, a la creación de redes de solidaridad, a las caminatas, juntos, para encontrar corrientes de agua viva, como la cierva…

2.- Comunión es como contemplar en quietud, en las noches claras de invierno, en la montaña, el infinito universo de estrellas que nos rodea, y que lucen potentes, como cuando miramos a los que viajan con nosotros en el Metro con sus mascarillas, reducidos a ojos relucientes que nos hablan.

3.- Comunión es el cafetito con los compañeros a media mañana, o las cañitas con los amigos en el barrio al caer la tarde, cuando se habla de todo lo que ocupa y preocupa. Es el encuentro familiar, con los 

pijamas puestos, para cenar en familia, todos unidos, y cansados, pero mirándose y escuchándose con esmero, ternura y sosiego.

4.- Comunión es la reunión deseada con los compañeros de trabajo; el esfuerzo por relacionarse con los que no comprendes, o con los que mantienes distancias y prejuicios; el sentarse y aprender a vivir con la paciencia de los que se escuchan hasta encontrar el punto que les unirá para siempre.

5.- Comunión, sobre todo, es la Mesa eucarística de los hermanos, en el domingo; la mesa que rompe desigualdades y abre caminos de esperanza mediante la conversión. Comunión que se forja antes, en el silencio, y se respira recibiendo el aliento del Espíritu, que ora en nosotros y nos hace partícipes de ese Cuerpo de hijos del amor, que acepta por primeros a los pobres, y que contempla a su Señor en Comunión perfecta, en la Trinidad.

Haz que crezca la memoria del UNO, la Comunión en Cristo; mira como renacen gestos y detalles de espiritualidad, de búsqueda de la verdad, de fraternidad humana y de comunión en lugares y personas que nos hacen comprender que el Espíritu actúa dónde quiere y que participa con nosotros en la búsqueda cotidiana del cuidado de su viña. Mira el modo de renacer de esperanza. Filipenses 4: «La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”. Pues la Comunión se fundamenta en el ‘Sí’ de la joven María, que comprende como Dios le permite hacer obras grandes, abrazar al mundo entero y levantar con misericordia a los pequeños y humildes.

La comunión se fundamenta en el Hijo Amado que lloró sobre Jerusalén por no haber podido, como la gallina clueca, cobijar a todos los polluelos bajo sus alas. «Porque si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?». El domingo ve a orar junto a Jesús, y con tu comunidad parroquial, en la eucaristía, si puedes: «Padre que sean UNO, como tú en mí y yo en ti, para que el mundo crea».

 

 

 

 

 

 

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