el 12/10/2021
Se inauguró este fin de semana en Roma la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos –el Sínodo de la Sinodalidad– y el próximo 17 será la inauguración a nivel mundial en todas las diócesis. Es la Iglesia en camino que toma aire –propiamente se llena de Espíritu Santo– para iniciar una nueva etapa del camino eclesial que, como invitó Francisco en su homilía de la misa inaugural, se proyecta como camino de encuentro, de escucha y de discernimiento.
Una nueva etapa en el camino eclesial
Digo nueva etapa porque el caminar de la Iglesia, desde Jerusalén hasta nuestros días, ha estado jalonado por reuniones regionales y ecuménicas de obispos. Nueva, porque se dibuja como una etapa diferente de las anteriores, como quiera que en las periferias de la Iglesia hemos empezado a sentir que no somos únicamente espectadores y destinatarios de las decisiones de los obispos y que, como invitó Francisco en la misa inaugural “al dar inicio al itinerario sinodal, todos –el Papa, los obispos, los sacerdotes, las religiosas y los religiosos, las hermanas y los hermanos laicos–” estamos invitadas e invitados a participar. Y es nueva esta etapa porque son nuevas la interpretación y la praxis de la sinodalidad planteadas por Francisco.
En cuanto a la praxis de la sinodalidad, pocos meses después de su elección comentó que “es tiempo de cambiar la metodología del Sínodo, porque la actual me parece estática” (Entrevista con Antonio Spadaro. La Civiltà cattolica, 2013), e introdujo un primer cambio, para ampliar la consulta, convocando el Sínodo de la Familia 2014-2015 en dos momentos y a lo largo de dos años.
Amplió una vez más la consulta para escuchar las voces de los jóvenes en la siguiente Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en 2017, y aún más todavía en la Asamblea Especial para la Región Panamazónica del Sínodo de los Obispos de 2019 en cuya preparación y desarrollo fue novedosa la amplia escucha sinodal y la amplia participación de líderes indígenas y agentes de pastoral, entre quienes se contaban numerosas mujeres.
Más que una encuesta
Y el actual camino sinodal también ofrece como novedad que “se han previsto tres fases, que se realizarán entre octubre de 2021 y octubre de 2023”, dijo recientemente Francisco en su encuentro con los fieles de la diócesis de Roma y subrayó: “Este itinerario ha sido pensado como dinamismo de escucha recíproca que se llevará a cabo en todos los niveles de la Iglesia, con la participación de todo el pueblo de Dios. El cardenal vicario y los obispos auxiliares deben escucharse, los sacerdotes deben escucharse, los religiosos deben escucharse, los laicos deben escucharse. Y además, todos escucharse unos a otros. No se trata de recoger opiniones, no. No es una encuesta; se trata de escuchar al Espíritu Santo”.
Esta novedad en la praxis ha estado acompañada por la novedad de la interpretación de la sinodalidad: en su discurso del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos (2015) recordó “que el Pueblo de Dios está constituido por todos los bautizados” y que “el sensus fidei impide separar rígidamente entre Ecclesia docens y Ecclesia dicens”, como también que “una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar ‘es más que oír’ (EG 171). Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo”.
El protagonismo del Espíritu Santo
Tanto la praxis como la interpretación de la sinodalidad planteadas por Francisco destacan el protagonismo del Espíritu Santo. Y así lo reafirmó en el discurso inicial del proceso sinodal –“el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo. Si no está el Espíritu, no habrá Sínodo”– en el que sus palabras se hicieron oración y como prolongación de la tradicional plegaria inaugural Adsumus Sancte Spiritus: “Queridos hermanos y hermanas, que este Sínodo sea un tiempo habitado por el Espíritu. Porque tenemos necesidad del Espíritu, del aliento siempre nuevo de Dios, que libera de toda cerrazón, revive lo que está muerto, desata las cadenas y difunde la alegría, nos guía hacia donde Dios quiere, y no hacia donde nos llevarían nuestras ideas y nuestros gustos personales”.
Amén. Que así sea en esta nueva etapa del caminar eclesial.