LUIS MARÍN: NO PRETENDEMOS QUE HAYA UNANIMIDAD

El instrumentum laboris cierra la primera fase del camino sinodal en el que está inmersa la Iglesia

Por Victoria Isabel Cardiel C. Publicado en Alfa&Omega el 

 

El arzobispo agustino español en una de las dependencias de la secretaría. Foto: synod.va.

 

¿Qué podemos esperar del instrumentum laboris?
No pretende dar soluciones, sino facilitar la reflexión. No es un documento del Magisterio ni un informe sociológico, sino una ayuda práctica.

¿Cuáles son las claves de lectura?
La referencia espiritual, el carácter experiencial y el dinamismo. Plantea dos preguntas básicas: ¿qué se ha aprendido de esta experiencia? ¿Cuáles son las prioridades para seguir avanzando?

¿Qué balance hace a pocos meses de la primera sesión del Sínodo?
Claramente positivo. A pesar de las dudas y las resistencias, el proceso sinodal ha puesto a la Iglesia en movimiento y ha generado vitalidad. Estamos ante una oportunidad de renovación profunda. Esta experiencia nos ha hecho avanzar hacia una Iglesia inclusiva, participada y acogedora, no porque sea una moda, sino porque es la Iglesia de Cristo, que no rechaza a nadie.

¿Cómo hacer frente al riesgo de que los participantes acaben militando en un sector?
El proceso sinodal nos hace ver que la comunión es imprescindible. Los obispos africanos han insistido en que la Iglesia debe recuperar la dimensión de familia: unidad y, al mismo tiempo, pluralidad. Donde hay amor, sobran las actitudes agresivas y la polarización ideológica.

¿Ha tenido este proceso la misma acogida en todo el mundo?
Siempre hay diferentes velocidades. No todos responden al 100 % desde el primer momento. Se trata de un proceso y no pretendemos que haya unanimidad. Unos participan desde el principio, otros se han integrado después; algunos lo asumen con decisión y alegría, otros manifiestan inseguridades. No hay que asustarse.

Aparece de forma frecuente la cuestión de la autoridad. ¿Necesita la Iglesia una reflexión sobre el poder?
La autoridad no es poder, sino servicio. Esto debe resultar evidente. El clericalismo es un mal y puede afectar no solo a los sacerdotes, sino también a los laicos.

También se evidencia la necesidad de una renovación del lenguaje.
A veces, el lenguaje representa un obstáculo que mantiene a las personas alejadas porque no nos entienden. Debemos estar presentes en todos los ámbitos donde hoy se desarrolla la vida y utilizar los instrumentos adecuados para una evangelización efectiva. Este es el planteamiento del Sínodo digital.

Claves

• Una característica de una Iglesia sinodal es la capacidad de gestionar las tensiones sin dejarse destruir por ellas. Todos los que ejercen un ministerio necesitan formación para renovar los modos de ejercer la autoridad y los procesos de toma de decisiones.

• Las mujeres que participaron en la primera fase expresaron claramente un deseo: que la sociedad y la Iglesia sean un lugar de crecimiento, participación activa y sana pertenencia para todas.

• Resulta evidente la llamada a superar una visión que reserva solo a los ministros ordenados —obispos, presbíteros, diáconos— toda función activa en la Iglesia, reduciendo la participación de los bautizados a una colaboración subordinada.

Se subraya la necesidad de renovar la forma en que vivimos las relaciones entre hombres y mujeres en la Iglesia. ¿Hay ciertos tabúes en esto?
Tabúes creo que no. Pero hay mucho camino que recorrer. Debemos recordar la igualdad básica que da el Bautismo. Todo cristiano, hombre o mujer, participa en Cristo y, por tanto, en la vida de la Iglesia.

Queda recogido que los abusos sexuales, de poder, de conciencia, los económicos y los institucionales, son una lacra que ha incidido en la credibilidad de la Iglesia.
Los abusos son un pecado y también un hecho criminal. El que haya pastores que se convierten en lobos daña la credibilidad de la Iglesia.

Las mujeres votarán por primera vez.
Van a votar todos los participantes en la Asamblea del Sínodo, que es de los obispos y no se puede desnaturalizar. Para ayudar a discernir, el 25 % de los participantes serán no obispos, de los cuales la mitad, al menos, son mujeres. Cabe recordar que el Sínodo de los Obispos es siempre consultivo; no es un Parlamento. Es el Papa quien decide.

¿Qué es lo que espera personalmente?
Mayor coherencia en la vida de fe y un renovado impulso evangelizador; potenciar la comunión desde la unidad y la pluralidad; abandonar las trincheras y las seguridades mundanas para ser más libres y valientes.

Se han generado muchas expectativas ¿Se corre el riesgo de que queden desatendidas?
Ciertas decisiones se pueden adoptar ahora y otras necesitarán más reflexión. Algunas pueden ser válidas para una zona del mundo y no para otra. Lo que no cambia es el depósito de la fe.

El texto se pregunta por medidas para que la Iglesia acoja mejor a las personas LGBT o el acceso de las mujeres al diaconado. ¿Teme que estos aspectos se lleven todos los titulares?
Hay temas con más cobertura mediática que otros, pero el Sínodo no lo hacen los medios ni funcionamos a base de titulares. Lo que buscamos es discernir la voluntad de Dios en lo concreto de la historia. Todos y cada uno de los cristianos somos su respuesta ante los dramas de nuestro tiempo. Por eso insistimos en la oración. Por primera vez, los trabajos del Sínodo de los Obispos comenzarán con tres días de retiro espiritual.