«TODOS UNO» – HOMILIA DEL DOMINGO POR LA COMUNIÓN (1/10/2023)

Comenzamos con Lope de Vega. El madrileño (25-11-1562) Lope de Vega no escribió este soneto para que se hablase de la Comunión en la Iglesia de Madrid, pero sirve para plantear los sentimientos ante el Dios del Amor, que es Comunión, y que nos espera un día y otro día a que nos convirtamos y acerquemos a Él.

«¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que, a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!

¡Y cuántas, hermosura soberana,
‘Mañana le abriremos’, respondía,
para lo mismo responder mañana!»

No perdamos de vista, en este soneto, la preciosa sensibilidad espiritual de Lope, nacida en su revuelta vida. Y apliquemos la nuestra llamativa carencia de un vivo anhelo de Comunión. Jesús lloró sobre Jerusalén, porque su pueblo no quiso reunirse bajo sus alas. Y él mismo, se comparó con una gallina que anhela que todos estén y sean uno bajo sus alas. “Todos Uno”. Pero no quisieron: «Cuántas veces el ángel me decía: alma asómate ahora a la ventana, verás con cuanto amor llamar porfía…»

Recurramos a las palabras de nuestro Cardenal-arzobispo, en su Carta con motivo del Domingo por la Comunión que, hoy y aquí, compartimos: «Celebramos en nuestra archidiócesis el Domingo por la Comunión. Para este año se ha escogido el sugestivo lema “Todos Uno”. Esta iniciativa pretende recordarnos, justo al comienzo del curso, que toda vida y labor eclesial y pastoral debe ser llevada a cabo en comunión. “Todos Uno” porque en la Iglesia de Madrid todos somos parte corresponsable, cada cual desde su situación, carisma y don. “Todos Uno” habla de sinodalidad, de comunión, de participación y de misión».

Y, siendo esta una de las llamadas a la Comunión del ángel, cada mañana, vemos que, para llevar a cabo esta vocación y misión por la Comunión, por el “Todos Uno”, precisamos poner encima de la mesa, algunas cuestiones que tienen necesidad de ser vividas, renovadas o transformadas como principio:

– Sanemos al hombre, a la mujer que somos. Reconozcamos nuestras heridas con valor.

– Elevemos nuestro nivel hacia el encuentro con una nueva consciencia de ser hombres y mujeres nuevos, en un Universo que está todo él interconectado. Y abandonemos el individualismo reinante.

– Aprendamos a vivir del amor del Dios Trinitario, en la escucha del Evangelio de Cristo, y a través de una relación adulta y fraterna con la comunidad cristiana, y con la humanidad.

– Mantengámonos en actitud permanente de servicio a los hermanos y a los pobres, con una estimulante caridad, sabiendo que todos somos hijos de Dios Padre, y necesarios para la realización responsable del plan de su Amor, de su Reino, ‘así en la Tierra como en el cielo’.

– Recuperemos para nuestro crecimiento y nuestra vida de fe, una vida nueva vivida en la órbita de nuestro bautismo, en la fuente de la hemos nacido, y de la conciencia bautismal con la que hemos crecido y nos vamos conformando con Cristo.

Es bueno que todos leamos también y nos empapemos de las cuatro líneas que plantea nuestro Cardenal – Arzobispo, en el inicio de este nuevo curso:

Línea 1: Ahondar en la vocación bautismal. Profundizar en la identidad de cada vocación, especialmente la laical, como vocación discipular y misionera. Es una llamada a redescubrir la vocación de cada uno, ahondando en la identidad bautismal que tanto necesitamos. Todo lo que nos ayude a revitalizar el bautismo significa descubrir que cada uno tiene un puesto especial en la Iglesia, redescubrir la vocación a la que hemos sido convocados y renovar nuestro puesto en el proyecto de Dios sobre esta Iglesia concreta que camina en Madrid. Cada uno y cada una habita una vocación que se teje en el conjunto y que, en este tiempo, Dios puede hacerla nueva y eclesial.

Línea 2: Potenciar la vida y el dinamismo de las parroquias y comunidades cristianas, impulsando a las más débiles y acentuando la diocesaneidad. Nuestro puesto es ser testigos de la voz de Cristo, no fragmentarios sino comunitarios. No parcelarios, sino eclesiales, aprendiendo a empastar nuestras vidas y comunidades para que suenen a Cristo… En el marco de un sínodo en la Iglesia, se nos abre una ocasión especial para hacer vibrar la vida de nuestras comunidades… Eso nos preparará el corazón para crecer en la conciencia y la experiencia de pertenencia a la iglesia diocesana como experiencia originaria. Tenemos el reto de impulsar las comunidades y parroquias en torno a la misión, para ser comunidades que remitan a Dios, hogares samaritanos de encuentro y sanación y, que proclamen la belleza del evangelio. Con la imprescindible revitalización de los consejos. Y seguir ahondando en identidad diocesana en cuanto somos y hacemos. Acoger a un obispo remite a la apostolicidad de la fe. Jesús constituye su Iglesia poniendo como pilar al colegio apostólico. La diocesaneidad armoniza la diversidad cuando dejamos que actúe el Espíritu Santo, que es quien une en la diversidad. Es la clave de la Eucaristía.

Línea 3: Ahondar en la escucha de la Palabra para señalar el paso de Dios a nuestros hermanos. Ya decía san Juan XXIII que no es el evangelio el que cambia, somos nosotros quienes le entendemos mejor en cada momento… Por eso nuestra fortaleza es poder reconocer por dónde se va realizando este evangelio en cada momento y en cada lugar. Necesitamos … reconocer estos lugares, personas, acontecimientos y signos de Dios. Y seguir señalando … lugares concretos por donde anda Dios en Madrid. Las migraciones, la desigualdad, la soledad, la violencia son los rincones donde están los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos hacia los que somos enviados como Iglesia samaritana que lleva un precioso tesoro en frágiles recipientes de barro.

Línea 4.- Miramos a la sociedad como misión a la que Dios nos convoca desde la misericordia. Nuestra Iglesia quiere mirar a nuestra sociedad madrileña… La Iglesia en Madrid quiere trabajar por el bien común, crear alianzas y coaliciones que resistan la polarización, la deshumanización o la ideología que despersonaliza. Nosotros, como dice el apóstol, queremos ser vínculo de reconciliación y centinelas de los brotes de vida nueva de Dios».

Y, ahora, recreémonos en la Palabra de Dios:

Ezequiel (18, 25-28): «Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá». Los profetas daban precisa cuenta de la maldad o del olvido que apartan las miradas de lo que es esencial e importante, y de las consecuencias que los planteamientos egóticos o individualistas, que conducen a la infecundidad, la dispersión y las divisiones; e, igualmente, los profetas se fijaban en la conversión positiva, que lleva, a la mujer y al hombre, volver a poner los ojos en lo importante, y a abrir el espíritu y el alma, y ofrecer salidas y soluciones para la vida, la fe, la comunión y la salvación.

El creyente, nacido en las fuentes bautismales del amor de Dios, se sabe invitado al aprendizaje sobre lo esencial, sobre ese saber que tiene en el centro la Comunión, el “Todos Uno” que nace en el corazón de la Trinidad, la Palabra de Dios y la común Iglesia.

Lo expresa el Sal 24: «Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, y todo el día te estoy esperando». La fe y la vida se sienten situadas en el templo interior, pues saben que el amor de Dios es la centralidad de la que se reciben todos los bienes, y donde se aprenden a desvelar todos los caminos que conducen a la Comunión, a la singular Comunión con el Señor y con su pueblo. En la Comunión del amor trinitario nacimos, y a la Comunión definitiva en la mesa del Reino nos dirigimos.

Pero, ¿qué sucede cuando el mando en plaza lo tienen los egos que no se han cultivado en el Amor, y que se han dejado arrastrar por las pasiones, las ideologías, la injusticia, la negatividad, el mal inconsciente, las orejeras, la falta de visión de conjunto, las formaciones o educaciones estrechas, las incapacidades humanas o mentales, el deseo de poder y ambición consciente o inconsciente, la insensibilidad, o las mentes estrechas o escrupulosas…? Sucede que, al final, el mal se disfraza de bien, y así se llegan a cometer tantas y tan graves aberraciones, frutos de la inmadurez, del descuido de las almas, de la exaltación confusa de las vanidades, de soledades no deseadas que hieren, de las heridas no curadas. Y, es así como estallan el desequilibrio, la animadversión, las enemistades, el uso agresivo y excluyente del poder, la imposición de lo parcial y la negación de la gracia, del diálogo, de la comunicación, de la justicia, de la paz, del pan, de la tierra, del trabajo, de la vivencia de la Palabra, de la fraternidad, del Dios Trinitario, y, por supuesto, de la Comunión.

Y así, Pablo, en Filipenses clama alto: «Dadme es­ta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir». «No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos, el interés de los demás. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús…, que tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo»

En este mundo desconcertado, conocedor y vacilante, aún nos queda, en verdad, en la intimidad del Evangelio y de la Iglesia peregrina y humilde, el camino por el que nos llama a optar el Papa Francisco, con su enorme sabiduría, sufrida, la de su edad y la del don recibido por ser Pedro: el camino de la SINODALIDAD. Un camino que trata de hacer que los espíritus de las y los discípulos, resplandezcan y se guíen por el Espíritu Santo. El diálogo sinodal, que prima la Comunión, el “Todos Uno”, se establecerá, no sobre opiniones, ni egos exaltados, ni sobre intereses personales o grupales, ni sobre inmadureces, agresividades, ni sobre el poderío de los unos sobre otros.

La sinodalidad es participación en el Espíritu, desde el Espíritu, en el Evangelio y desde el Evangelio, en la Palabra y desde la Palabra, y situada en el seno de la comunidad creyente, y en el alma, el templo del hombre, del buscador, del hijo, del hermano, del servidor. La Comunión es el fruto entrañable de la comprensión del mandato del amor propuesto y practicado en el ‘tú a tú’, en el ‘día a día’. Esta es la eclosión de la voluntad amorosa de Dios en la historia. Y eso sólo es y será posible desde el ejercicio del diálogo, desde la escucha sincera y liberada, desde la humildad, desde el sufrimiento solidario, y desde el servicio incondicional:

Por último, es bueno aportar un pequeño decálogo sobre la Comunión:

1. La Comunión deconstruye a los enemigos, a los que tú, o tu grupo particular, habéis creado.

2. La Comunión desanda los caminos retorcidos, individualistas y personalistas, fundamentados en tu ‘ego’, o el ‘ego’ de tu grupo.

3. La Comunión desafecta las querencias, y los apegos inmaduros, esos que fomentan grupitos de privilegiados, e ignoran al resto, creando así envidias, desafecciones, agresiones, y divisiones…

4. La Comunión te ayuda a discernir tu vocación y tu misión, y las de tu comunidad, fundamentadas y vividas en la oración y contemplación que habita en el amor Trinitario.

5. La Comunión te enlaza bien, te trenza, con otros bautizados, otros servidores deslumbrados por el amor de Dios y por el amor a los hijos de Dios, a los hermanos.

6. La Comunión empatiza con los hijos de Dios, y te lleva a mirarlos con alegría, con gozo, con deseo de ser uno con ellos, de ser y vivir un ‘alma común’, una ‘sola alma’.

7. La Comunión hermana lo concreto con lo común. Y te ayuda a no encerrarte en ti mismo, ni en tu grupo estufa.

8. La Comunión te engarza con Cristo, uniendo tu corazón con su corazón, y con los corazones de las víctimas, de los pobres, de los humillados y los heridos, de tantas y tantos buenos y santos, pecadores y hermanos.

9.  La Comunión en el Espíritu te lleva a emocionarte con el anhelo de la misma. Como Cristo lo estaba, y que lloraba, como hemos visto, por su ausencia en Jerusalén.

10. La Comunión te invita a abrazar a los hijos e hijas de Dios como una terapia de sanación y liberación, sin que te importen: raza, condición, diferencia, credo, o pensamiento.

Aportamos dos pequeños poemas, de dos de nuestros queridos poetas, don Antonio Machado y san Juan de la Cruz. Ambos situados en la noche, uno, en la noche de la fe, y otro, en la noche de la sospecha ilusa; y ambos, también, sumidos en la experiencia de la fuente, que ‘fluye’ o, que ‘mana y corre’. Sumergidos en una noche, que es parábola de la vida, y portadora de espesores o de albores. Uno y otro, con la desconfianza embebida de una razón reticente, o con la confianza cierta de una fe entregada, simbolizan los dos caminos que nos ofrece hoy la existencia:

“Anoche, cuando dormía,
soñé, bendita ilusión,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón”. Machado.

“Que bien sé yo la fuente,
que mana y corre,
aunque es de noche”. Juan de la Cruz.

Me atrevo a acoplar sus versos a la búsqueda de la Comunión que nos ocupa, y les pido perdón a los poetas por este uso atrevido:

“Anoche, cuando dormía,
soñé bendita ilusión,
que la Comunión fluía,
dentro de mi corazón”.
“Que bien sé yo la Comunión,
que mana y corre,
aunque es de noche”.

También hoy, podemos mantener un punto de vista científico y racional, con el que observar la Comunión como una ilusión, como algo que no es; o, de modo diferente, podemos mantener, un punto de vista contemplativo y místico, con el que contemplar la Comunión, como un impulso cierto y evidente de lo que es.

Quizá, en un tiempo nuevo, menos polarizado, el diálogo y la comprensión entre estos tipos de poetas, enamorados, pueda llegar, sin imposiciones, a algún punto de humanización y encuentro ‘en la noche’, o, ‘aunque sea de noche’, un punto de amanecer poético, razonablemente humano y contemplativamente místico. Encuentro de Comunión entre el hombre prioriza la razón y el hombre que contempla absorto, y entre Dios y el hombre.

La belleza de la Comunión, dormida o despierta, está servida, y mediando cada día entre la razón y el corazón, entre el drama y el alivio del hombre actual. “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, y yo es aliviaré”. Jesús nos anima a apostar por la Comunión, a cuidarla, como el más bello y escondido tesoro que se nos ha ofrecido, envuelto en tenue luz y en puro amor. La Comunión, que nace, que se deja crecer y que culmina en el Reino de Dios que “ya está aquí, aunque todavía no”.

Anhelo, empuje, vivencia y compromiso cotidiano con el cuidado de esta amorosa y fraterna fonte, o fontana, o fuente de COMUNIÓN. Comunión especialmente con cuantos hombres y mujeres de fe, discípulos del Maestro, la buscan inquietos, en el centro de esta movida noche que también vive nuestra Iglesia en Madrid, y nuestras humildes vidas.

Nos queda para el final, la Virgen María, la primera trabajadora en decir: “sí, voy a la viña”. Mt 21, 28-32: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.» Él le contestó: «No quiero.» Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, señor. » Pero no fue”. A ella, le encomendamos el espíritu de la comunión, que nos ha de llevar a convertirnos en una Iglesia en salida, que cuide a sus hijos concretos de esta Diócesis de Madrid, que cuide también a todos los hijos e hijas del Padre, esparcidos por la Iglesia y por toda la Tierra, y que cuide igualmente la creación entera, tan dañada por nuestras plurales ambiciones e insensateces.

Practiquemos, en este curso que iniciamos con nuevo Arzobispo, el precioso lema con el que hemos de combatir el olvido sutil, reforzar el hilo de la fe, que nos entreteje secretamente, y nos ilumina: «TODOS UNO».

Antonio García Rubio. Comisión Diocesana por la Comunión. Madrid.

 

 

 

 

 

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