El Papa Francisco, en la apertura de la segunda sesión de la XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos, subraya la necesidad de una Iglesia humilde y sinodal guiada por el Espíritu Santo para cumplir su misión de paz y perdón en el mundo.
Por Vatican News
En su discurso de apertura de la segunda sesión de la XVI Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos , el Papa Francisco reflexionó sobre el camino recorrido por la Iglesia desde el inicio del Sínodo en 2021.
Un viaje constante
Comenzó recordando a los participantes que la Iglesia está constantemente en camino, que refleja la misión que Dios ha puesto ante su pueblo desde el tiempo de los apóstoles, enfatizando que la misión de la Iglesia es traer la paz a través de la proclamación de Jesucristo.
Reflexionando sobre el papel del Espíritu Santo, el Papa recordó que «el Espíritu Santo doblega el corazón y la voluntad obstinados, derrite al helado, calienta al frío y guía los pasos extraviados». Subrayó que el Espíritu está siempre presente, especialmente en los momentos de dolor y desesperación, cuando la humanidad se enfrenta a las tentaciones de la desesperanza y la división. «El Espíritu Santo enjuga nuestras lágrimas y nos conforta porque comunica el don de Dios de la esperanza», añadió el Santo Padre.
El Papa Francisco habló después de la humildad necesaria para reconocer la propia necesidad de perdón. Hizo referencia a la Vigilia Penitencial que tuvo lugar el martes por la noche, donde los reunidos experimentaron la gracia de la reconciliación. “Dejamos de lado el orgullo y la presunción, imaginando que somos mejores que los demás. ¿Nos hemos vuelto, de hecho, más humildes?”, preguntó.
El poder transformador del Espíritu Santo
El Papa describió luego el poder transformador del Espíritu Santo como un fuego que enciende en nosotros el amor y la exultación, un amor tan fuerte que abraza a toda la humanidad sin discriminación. «Esto es porque Dios siempre abraza a todos», dijo el Papa, antes de recordar a la Iglesia la necesidad del perdón constante. Invitó a los participantes a reflejar la infinita misericordia de Dios, invitándolos a «perdonar siempre a los demás, porque la disponibilidad a hacerlo nace de nuestra propia experiencia de haber sido perdonados».
Hablando del proceso sinodal, el Papa Francisco afirmó que no se trata de un acontecimiento momentáneo, sino de un camino continuo, en el que la Iglesia aprende a comprenderse mejor a sí misma y a discernir los modos más eficaces de llevar a cabo su misión. Describió la Asamblea sinodal como un “sujeto plural”, donde obispos, laicos, sacerdotes, consagrados y consagradas trabajan juntos al servicio de la misericordia de Dios.
La importancia de la participación laica
Destacando la importancia de la participación de los laicos en el proceso sinodal, el Papa Francisco explicó que la presencia de miembros laicos en la Asamblea no disminuye la autoridad de los obispos, sino que fortalece el carácter relacional de la Iglesia, subrayando la necesidad de colaboración. “Nadie se salva solo”, subrayó el Papa.
El Papa Francisco también invocó la sabiduría de San Pablo VI, quien instituyó el Sínodo de los Obispos en 1965. Describió el Sínodo como un proceso de aprendizaje continuo, un reflejo de la misión de la Iglesia de ser renovada por el Espíritu Santo y caminar hacia el cumplimiento del plan de Dios. «El proceso sinodal es también un proceso de aprendizaje, en el curso del cual la Iglesia llega a conocerse mejor a sí misma», explicó el Santo Padre.
Al concluir su discurso, el Papa Francisco invitó a todos los participantes a permanecer abiertos a la acción del Espíritu Santo, a quien definió como “guía seguro y consolador” de la Iglesia.
“Estamos haciendo este camino juntos –concluyó el Papa– con esperanza, humildad y confianza en el Señor”.