CUARTO DESAFÍO: ESCUCHAR A DIOS Y A SU PUEBLO, EN EL SILENCIO DEL ESPÍRITU

CUARTO DESAFÍO: ESCUCHAR A DIOS Y A SU PUEBLO, EN EL SILENCIO DEL ESPÍRITU. “COLABORAR EN HACERLO TODO DE MODO SIMPLIFICADO, SENCILLO, SIN GRANDEZAS. RELATIVIZANDO LO PARTICULAR EN FAVOR DE LA COMUNIÓN” (CARDENAL COBO)

  

Papa León XIV: “Que las religiones sean fermento de unidad en un mundo fragmentado”. En el 60º aniversario del documento conciliar Nostra Aetate, que se cumple en el mes de octubre 2025, el Papa dedica su intención de oración a la colaboración entre las distintas tradiciones religiosas. 

Se ha estrenado recientemente la nueva edición de «El Vídeo del Papa» correspondiente al mes de octubre, con la intención de oración del Papa León XIV, así formulada: “Oremos para que los creyentes de las distintas tradiciones religiosas trabajen juntos en la defensa y promoción de la paz, la justicia y la fraternidad humana”. Es esta la intención propuesta a toda la Iglesia, y que en un tiempo marcado por los conflictos y la polarización, nos la confía a través de la Red Mundial de Oración del Papa. Un tiempo este, en el que las religiones, a veces, corren también el riesgo de replegarse en la lógica del enfrentamiento. El Papa, en cambio, nos invita a redescubrir en la religión un puente de fraternidad y una fuerza reconciliadora. No necesitamos armas o muros, sino puentes y profecía.

El sentido profundo de la oración que nos propone el Papa León XIV busca que la colaboración entre creyentes no se relegue a teólogos y expertos, sino que se nutra de un compromiso concreto y cotidiano que involucre a cada uno de los hermanos. De hecho, el Papa reza para que aprendamos a “reconocernos como hermanos, llamados a vivir, rezar, trabajar y soñar juntos”. También invoca al Espíritu para que nos ayude a “reconocer lo que nos une” y a “colaborar sin destruir”. Las distintas tradiciones religiosas están llamadas a ser “levadura de unidad en un mundo fragmentado”. Continúa, recordando que a menudo ocurre lo contrario: “en lugar de unirnos, se convierte en causa de enfrentamiento”. 

De ahí que su invitación se extienda a todos los creyentes, cristianos y no cristianos. Y nos exhorta para: “que las religiones no sean usadas como armas o muros, sino que se vivan como puentes y profecía”, y luego prosigue, citando “ejemplos concretos de paz, de justicia y de fraternidad” ya existentes.

La CDC, como COMUNIDAD EN COMUNIÓN DE DIVERSOS, tiene necesidad de practicar una escucha activa a un Pueblo de Dios roto y herido, dividido y fragmentado; un pueblo cultural, social, religiosa y políticamente polarizado. Un pueblo creyente descentrado y perdido, que tiene, a su vez, la urgente necesidad, para sobrevivir en la fe, de la ayuda inigualable del don preciado que es la Comunidad Cristiana y y su gran DON, que es la Comunión. “Que las religiones no sean usadas como armas o muros, sino que se vivan como puentes y profecía”. El momento urge y el Papa sabe que los puentes a tender han de ser grandes para así agrandarnos el espíritu cuando nos acercamos al misterio de la comunión que también se nos propone en las relaciones interreligiosas. 

El Sínodo de la Sinodalidad ha regalado a la Iglesia, de la mano del Papa Francisco y de los Padres y Madres sinodales, un preciso instrumento de trabajo que está relacionado con el crecimiento del DON de la Comunión: la ESCUCHA EN EL ESPÍRITU. 

Me detengo un momento en el Diccionario de la Real Academia Española, con el fin de sensibilizar culturalmente con el término Escuchar 

Prestar atención a lo que se oye.Oír,  percibir. Dar oídos,  atender a un aviso,  consejo o sugerencia.

Con sus sinónimos: Atender.  Aplicar el oído para oír algoHablar o recitar con pausas afectadas. Y sus antónimos: Desoír, desatender.  

Y, ahora, pongamos el acento en aplicar el oído para oír algo, en prestar atención a lo que se ha oído, y en transformarlo en discurso o en una recitación pausada y asentada; y, aún más, concentrémonos en una acción transformadora, en la formación de la conciencia, y en la oración e, incluso, en la contemplación. 

Con esta última sensibilidad, nos abrimos a la escucha a Dios, como camino, y para confirmarlo, hemos de contemplar y comprender este anhelo del Papa, que se eleva por encima de todos los muros y de todas las fronteras, y que es el mismo anhelo que nos brindan los ejemplos de la Escritura. Y, acudamos también a aquellos hermanos que dan fe de lo que la escucha del don de la comunión nos aporta: 

“Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte. Átalas a tu mano como un signo, y que estén como una marca sobre tu frente. Escríbelas en las puertas de tu casa y en sus postes. Cuando el Señor, tu Dios te introduzca en la tierra que él te dará, porque así lo juró a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob en ciudades grandes y prósperas que tú no levantaste; en casas colmadas de toda clase de bienes, que tú no acumulaste; en pozos que tú no cavaste; en viñedos y olivares que tú no plantaste, y cuando comas hasta saciarte, ten cuidado de no olvidar al Señor que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. Teme al Señor, tu Dios, sírvelo y jura por su Nombre”. (Dt 6, 4-13) 

El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor, los necios desprecian la sabiduría y la disciplina. Escucha, hijo mío, los consejos de tu padre, no rechaces la instrucción de tu madre: pues serán diadema en tu cabeza, como una gargantilla en tu cuello.  Hijo mío, no te dejes seducir, no accedas a gente sin escrúpulos”. (Prov 1, 7-10) 

”Respondió Jesús: ‘El primero es: ‘Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos” (Mc 12, 29-31). 

No sólo la Escritura, también la Tradición encuentra un fiel aliado en la Regla Benedictina: “Escucha, hijo, los preceptos del Maestro, e inclina el oído de tu corazón. Mi palabra se dirige ahora a ti, quienquiera que seas, que renuncias a tus propias voluntades y tomas las preclaras y fortísimas armas de la obediencia, para militar por Cristo Señor, verdadero Rey”. Este es el inicio de la La Regla, escrita a principios del siglo VI, por S. Benito, Abad de Monte Cassino (Italia). Es el texto fundacional del monacato cristiano occidental, y una guía espiritual y práctica para vivir el Evangelio. 

Escuchar al pueblo que busca en sus noches oscuras, sufrientes y vacías, y escuchar al Padre Dios, en su Misterio oculto, difícilmente escrutable, fue la tónica, el paisaje y el telón de fondo de la misión de Jesús en su peregrinación por la tierra.  

El misterio de la Encarnación del Verbo, está transido por esta doble escucha, que une el cielo y la tierra, y que permea, o penetra, de modo radical la historia humana.  

Una vez que se produce este lazo de unión, la humanidad rota y fragmentada por la acción tenaz del mal, se ve abierta, de par en par, a través de la escucha atenta y armoniosa del Espíritu y de su corazón sosegado, lejos de toda pasión y afección egoísta, al misterio del Amor Trinitario, a través de Hijo Amado, 

Así, desde entonces, por la acción directa del Espíritu Santo, la Comunión Trinitaria se ha adentrado hasta las raíces más profundas del alma humana. Este anhelo de Comunión, a partir de Pentecostés, es el anhelo ferviente y principal de los elegidos, de los amados. Un anhelo que se hace visible en unidad de todo hombre y toda mujer creyente y consciente, que así aúnan sus esfuerzos para mantener vivo un reguero de esperanza que acabará construyendo puentes de esperanza, de entendimiento, de comunión. 

En la medida misma en la que el discípulo de Cristo evoca el anhelo y el espíritu de Comunión, este viene a ser acogido por él. De este modo es conducido con paso firme a través de la auténtica fe del pueblo de Dios. Nos aparece un pueblo de pobres, abatidos y pecadores, que reconociendo su vacío existencial y clamando en lo secreto, en lo fraterno y en lo comunitario, hace brotar en sus vidas la presencia renovada del don de la Comunión. Y este se nos muestra activo como un puente tendido, o una puerta abierta, o una mano acogedora. Y así renace la escucha sincera y humilde, que atiende al profundo e hiriente dolor del pueblo, y se convierte en voz, en oración y en acción transformadora. Ahí nos nace el impulso del Espíritu para recrear la historia a través de comunidades en la escucha del Espíritu Santo. Lo que el Santo Sínodo nos propone a todos. 

Es tarea de la CDC escuchar al Espíritu de las Iglesias particulares y sobre todo de la gran Iglesia, acogedora con Cristo del dolor de la humanidad y depositaria de la Palabra transformadora del Logos. Es así como el corazón humilde, sobrio y sincero del pueblo de Dios en espera y esperanzado hace aparecer el don de la Comunión, que recrea las búsquedas de toda la humanidad, de toda raza, pueblo, religión o nación. De todo dolor, de toda fractura, de toda herida. 

Desde las entrañas del ser humano, que respira con un corazón humilde, y presta oído al dolor del Pueblo, y, especialmente, desde la intimidad íntima del ser del bautizado, que se alienta en una Iglesia fraterna y comunitaria; y manteniendo todos una actitud de escucha, inspirada por la Palabra y por el Espíritu, se hace posible percibir la respuesta Trinitaria al anhelo de la humanidad y de la Iglesia, que no es otro que la apertura del espíritu de Comunión  que arde en su interior. Un espíritu que, a través de Cristo, nos late a todos los hijos amados, aunque parezcan dispersos, enfrentados y desperdigados. “Creí mi hogar apagado, escarbé la ceniza, me quemé la mano”, decía don Antonio Machado. 

Pongámonos nosotros y pongamos a nuestro pueblo en esta escucha sincera y activa del Espíritu. Y dejemos que sea Él, a través de la donación espiritual de cada uno de nosotros, el que dé pábulo al crecimiento y desenvolvimiento de la espiritualidad de Comunión en su Iglesia. 

Será ese Espíritu de Comunión el que favorezca la creación y mantenimiento de comunidades cristianas por la Comunión en toda la Diócesis, que sean capaces de dar una respuesta a los retos que tiene ante sí la Iglesia madrileña en el campo de la Evangelización, en el de la Catequesis, en el de la atención de los pobres a través de Cáritas, en los momentos litúrgicos y eucarísticos, y en la atención y cuidado de la conciencia humana para intervenir en los conflictos contra la humanidad, y en defensa de la Tierra. 

EL DOMINGO POR LA COMUNIÓN.

El 5 de octubre de 2025, celebramos el VI Domingo por la Comunión en la Diócesis de Madrid, con un acto central en la celebración Eucaristía, en la parroquia madrileña de Nuestra Señora de los Ángeles. 

En un primer momento estaba previsto que esta Misa la presidiera el obispo auxiliar D. José Antonio Álvarez, pero debido a su repentino fallecimiento, lo hizo el coordinador de la Comisión Diocesana por la Comunión Eclesial, de cuya profunda y sentida homilía, extractamos para finalizar los siguientes puntos: 

El Pueblo de Dios está cansado de la violencia impuesta por los que matan, oprimen, destruyen y violentan. El cansancio de la violencia nos trae, por el peso de la necesidad de vivir en paz, justicia y serenidad, el anhelo de la paz y la unidad, el anhelo de la Comunión. 

Habacuc describe una visión que nos da esperanza: “el altanero no triunfará, el justo vivirá por su fe”. “No endurezcáis vuestro corazón”, nos recomienda el Salmo 94, porque la insensibilidad produce el horror. La fe sensible, y anhelante de todo bien, nos trae, en cambio, una oportunidad para el renacer de la comunión. El camino de la comunión se fundamenta en la humildad, la sobriedad y la atención. 

La sensibilidad está llevando a la Iglesia a la acogida de inmigrantes y refugiados. En la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado, lo tenemos en cuenta para hacer posible un mundo diferente. La comunión nos abre a un corazón universal. No habrá comunión si no hay determinación para transformar la vida injusta y la conciencia atrofiada por el odio. 

Reaviva el Don de Dios que hay en ti por el bautismo. Es necesario que comprendas ese Don, que viene directamente de la fuente del Amor Trinitario. El tocado por Cristo participa del agua viva, que nos habla de la refrescante Comunión. El Don, la Comunión, es diferente de los talentos o carismas, que son acción, pero no el Ser. 

Velemos y prestemos toda la atención al precioso depósito  recibido. Esa es la misión de la CDC: mantenernos atentos, en vela, en vigilia. La Palabra del Señor permanece para siempre. En la convivencia crucificada entre lo pasajero y lo que permanece, se nos va apareciendo, en oración, y con el Espíritu Santo, el don hermoso de la comunión. 

Sin fe no hay acceso a la comunión, sin embargo, si cultivamos la fe, nacerá esta como agua fresca de montaña. Por eso necesitamos pedir: “Auméntanos la fe”.  Los que “tienen fe como un grano de mostaza”, hacen posible lo imposible. Los que aman la comunión hacen posible el Don de Dios, el amor mutuo, la vida común. Amemos el nosotros, el Pueblo de Dios, y alejémonos del individualismo. 

Es preciso no tener metas que nos frustren. Ir libres, sencillos como palomas, limpios de corazón, hacia una nueva comunidad de hermanos diferentes, hacia un futuro que sea de Dios. 

Hoy también es un día para recordar y amar a nuestro obispo auxiliar, José Antonio Álvarez, fallecido hace unos días, y expresar nuestra gratitud a la parroquia de Ntra. Sra. de los Ángeles, a su párroco, Francisco Cañestro, y a toda su comunidad parroquial. 

“Contruyamos puentes” es la apuesta del Arzobispo y del Papa León, y es también nuestro lema para este curso 2025-2026. 

Y, hagámoslo todo como nos lo pide el Cardenal Arzobispo: “COLABORAD EN HACERLO TODO DE MODO SIMPLIFICADO, SENCILLO, SIN PRETENSIONES NI GRANDEZAS, CON HUMILDAD; Y RELATIVIZANDO SIEMPRE LO PARTICULAR EN FAVOR DE LA COMUNIÓN”.

  

Y UNA PROPUESTA FINAL DEL CARDENAL COBO:

Unifiquemos en la diócesis, para el próximo curso, el Domingo por la Comunión con el Domingo de la Iglesia Diocesana, en el mes de noviembre y ampliemos el contenido de este domingo, ya tradicional, con la espiritualidad, la vivencia y la transparencia de la Comunión.