TERCER DESAFÍO: “OS INVITAMOS A SER UN OBSERVATORIO DE LA REALIDAD DIOCESANA DE LA COMUNIÓN”

TERCER DESAFÍO: “OS INVITAMOS A SER UN OBSERVATORIO DE LA REALIDAD DIOCESANA DE LA COMUNIÓN” (CARDENAL COBO). Y ASÍ, DETERMINAR EL AMBITO DE RELACIONES DE FE QUE LE ES PROPIO A LA COMUNIÓN

  

Busquemos ahora, dando un paso más de la mano del Evangelio, para encontrar la mayor precisión y discernimiento sobre cuál es el ámbito de relación propio de la Comunión. 

Para ello vamos a seguir la pista de otro par de textos, que intentaremos unificar para dar sentido a la propuesta de Comunión de Jesús: la parábola del sembrador y las bienaventuranzas: 

“Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas: ‘Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los jaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron.Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta. El que tenga oídos, que oiga’.Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: ‘¿Por qué les hablas en parábolas?’. Él les contestó: ‘A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”. Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron. Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador: si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe. Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno”. (Mt 13, 1-23) 

 

Las Bienaventuranzas.

Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: ‘ 

Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.  

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.  Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.  

Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” (Mt 5, 1-12). 

Desde la REUNIÓN CONSTITUTIVA OFICAL DE LA CDC el 25 de octubre de 2017, con la presencia de D. Carlos Osoro, en el Arzobispado de Madrid, han pasado 8 largos años. Es hora de mirarnos, como CDC, en el espejo de estos dos textos del evangelio de Mateo.  

La parábola del sembrador es un texto abierto y universal, que por la precisión de los argumentos que emplea nos puede ayudar a determinar y discernir el carácter de la Comunión, que, como en todas las parábolas del reino, está reflejada.  

En este caso, hemos de mirar a esa tierra buena de la que habla la parábola del Sembrador. Nos habla del que escucha la Palabra de Dios, y la entiende, “ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno”. El fruto no es homogéneo, aunque tiene un componente parcial y, otro, a su vez total, pues unos producen cien, otros sesenta, otros treinta. Las diferencias están funcionando en comunión de vidas. Todos, gracias a Dios, somos diferentes, nuestras diferencias están en el modo y la manera de recabar, gustar y aprovechar el fruto, el trigo, el don de Dios, que se esparce por la buena tierra, que la Trinidad cultiva en nosotros, en el barro que somos. Y ahí, en el buen trigo, fruto de la buena tierra, aparece la Comunión.  

La Comunión, también, según la tradición evangélica, se puede beber, pues también, a la par que la comparamos con la buena tierra que produce un buen trigo y un buen pan, también la podemos comparar con la buena bebida, con el buen agua, con el Agua Viva. La Trinidad santa se transforma para nosotros en esa bebida. Y esa bebida en cada uno tiene un nombre que es Comunión. Al beber el Agua Viva de Dios todos entramos en comunión con Él.  

San Juan de la Cruz dice que cada uno bebe de la fuente – que es Dios – conforme al vaso que lleva: “Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso”. (San Juan de la Cruz, 2 S 21, 2).  

Repasemos los versos de la Fonte: 

“Que bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche. 

Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche. 

Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen de ella viene,
aunque es de noche, 

Sé que no puede ser cosa tan bella,
y que cielos y tierra beben de ella,
aunque es de noche. 

Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede vadealla,
aunque es de noche”. 

Pero, la Comunión no sólo es pan y agua viva, también es Bienaventuranza, de la cual se participa conforme al vaso que llevamos para beber su agua, y es así como comprendemos las bienaventuranzas y a los bienaventurados, cada uno con el vaso vacío de sí que lleva, por pura gracia, y que conforma lentamente el misterio de la Comunión.  

De ese modo, enlazamos con el relato de Mateo 5.  

La Comunión, el Agua Viva, la Tierra Buena, que es Cristo Jesús, y que también, por identificación con Él, lo son los pobres, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de la justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa de la justicia, los calumniados por su causa… Todos, dando el ciento, el sesenta, el treinta. Como les aconteció a los los asalariados que trabajaron por un denario, por la Comunión, trabajando durante un número de horas distintas.  

Siempre aparecen en las parábolas, las diferencias, pero también está siempre, como telón de fondo, la misma Comunión, el mismo denario, en mismo sustento, la misma esencia, el mismo ser, el mismo Reino, el mismo Paraíso, la misma conciencia de plenitud, el mismo conocimiento de Dios, del misterio del Universo y el de la humanidad creada. “Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugan los que escuchan la Palabra y la cumplen a lo largo de cada jornada”.  

 

Atisbar en estos textos, la vocación y el don por la Comunión, es tarea fundamental, para poder discernir en verdad de qué se trata cuando hablamos de COMUNIÓN. 

La CDC está intuida como un OBSERVATORIO DE LA REALIDAD DIOCESANA DE LA COMUNIÓN”, según el CARDENAL COBO. Vemos que en los textos aludidos también está la otra cara de la moneda, la de la semilla que cae al borde del camino, o entre rocas, o entre zarzas, y se seca, se quema, o es pisoteada. Y también en las bienaventuranzas de Lucas, nos aparecen las malaventuranzas: “Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas” (Lc 6, 24-26). De alguna manera, Jesús está marcándonos el límite desde el que hemos de emplearnos en el discernimiento, sobre la frontera que se establece entre la pertenencia o no al reino, donde se propone el ámbito de relación que es propio de la Comunión, y también los espacios en los que nos situamos fuera de las fronteras de reino, de la Iglesia, y, por tanto fuera del espíritu de Comunión. Es ahí donde la CDC tiene la misión de ser un Observatorio de la Comunión, y, en ese sentido, iniciar una observación de la realidad eclesial diocesana, desde la escucha y la mirada del Espíritu, de todo lo que ayuda a la Comunión y también de todo lo que la afecta en la vida de las relaciones eclesiales, tanto haciéndola sufrir, como bloqueándola. Está por desarrollar entre nosotros esta misión específica que nos muestra el arzobispo, y en la que nos iremos empleando a lo largo del presente curso.