Distintas miradas sobre nuestra misión

“La espiritualidad es la columna vertebral de cualquier servicio en la Iglesia y en la vida cristiana”
(Discurso del papa Francisco a la Curia el 21 de diciembre de 2014)

 

D. CARLOS OSORO

La Mesa de la Comunión es un instrumento para fomentar la comunión y manifestar la riqueza de dones y carismas que el Espíritu suscita en la Iglesia particular de Madrid.  Su papel  es favorecer que la comunión impregne y penetre todas las coyunturas, puertas, ventanas, realidades y estructuras  diocesanas y hacerlo desde sensibilidades diferentes para visibilizar todos juntos la belleza de lo que nos une como Iglesia, desde la belleza distinta que veo en el otro. La  realidad es que la COMUNIÓN URGE.

Nuestro proyecto pastoral diocesano debe ser una respuesta consciente y eficaz para atender «con indicaciones programáticas concretas, objetivos y métodos de trabajo, de formación y valorización de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios, que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura» (NMI 29). Será imposible realizar todo esto sin una conversión pastoral y una transformación misionera, las cuales son inviables sin una ESPIRITUALIDAD DE COMUNION y participación: «proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades (NMI 43)» (Carta pastoral “Jesús rostro de la misericordia camina y conversa con nosotros en Madrid” nº 46 de Octubre de 2015).

 

D. JOSÉ L. SEGOVIA (Vicario Episcopal para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación)

Este espacio es “un elemento provocativo” que puede llevar a muchos a exclamar: ¡mirad que distintos son y como se quieren! Que esto no sea una farsa o algo retórico, sino de verdad que lleguemos a esa amistad y a ese cariño mutuo, que es lo que posibilita seguir creciendo. Ya “en sí misma” esta Comisión es un “signo de unidad”. No es una Comisión de tareas para hacer sino para IR SIENDO, y luego, desde aquí, vendrán las propuestas. “Antes que hacer hay que Ser”.

 

San JUAN PABLO II (NOVO MILLENIUM INEUNTE  nº 42, 43, 45, 52)

Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo.

Antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una ESPIRITUALIDAD  DE LA COMUNIÓN, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades. La comunión es la manifestación del amor del Padre, que se derrama en nosotros a través del Espíritu que Jesús nos da (cf. Rm 5,5), para hacer de todos nosotros «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32). Realizando esta comunión de amor, la Iglesia se manifiesta como sacramento y signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano (LG 1).

Los espacios de comunión han de ser cultivados y ampliados día a día, a todos los niveles, en el entramado de la vida de cada Iglesia. En ella, la comunión ha de ser patente en las relaciones entre Obispos, presbíteros y diáconos, entre Pastores y todo el Pueblo de Dios, entre clero y religiosos, entre asociaciones y movimientos eclesiales. La espiritualidad de la comunión da un alma a la estructura institucional, con una llamada a la confianza y apertura que responde plenamente a la dignidad y responsabilidad de cada miembro del Pueblo de Dios y no nos dejará ceder nunca a la tentación de reducir las comunidades cristianas a agencias sociales… Se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista.

La Espiritualidad de Comunión es ante todo cuatro cosas: 1º Una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros; 2º Capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como «uno que me pertenece» ; 3º Capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un «don para mi» y 4º Saber dar espacio al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos acechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento.

 

El Papa FRANCISCO

El “principal modelo de referencia para la comunidad eclesial” es una “espiritualidad diocesana” que sea reflejo de la “comunión trinitaria”.  Solo así nos podemos convertir “en experto en espiritualidad de comunión gracias a la conversión a Cristo, a la apertura dócil a la acción de su Espíritu, a la acogida de los hermanos. Como bien sabemos, la fecundidad del apostolado no depende sólo de la actividad y de los esfuerzos organizativos, por otro lado, necesarios, si no, en primer lugar, de la acción divina”. (Discurso a la Asamblea Internacional de la Confederación Unión Apostólica del Clero. 16 de Noviembre 2017).

El futuro de la Iglesia …  dependerá en gran medida del desarrollo de una visión eclesiológica basada en una espiritualidad de comunión, de participación y de poner en común los dones (cf. Ecclesia in Asia, 45)” (Discurso  a los líderes del apostolado laical en Corea del Sur. Seúl 16 Agosto 2014).

Se trata de dejarse transformar en Cristo por una progresiva vida «según el Espíritu» (Rm 8,5) (EG 162), tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos. (EG 97).