Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria
Día undécimo del Estado de Alarma.
Martes, 24 de marzo de 2020.
Desde la recuperación de la esperanza de la que hablábamos ayer, hoy querría hablaros de algo que os puede servir para caer en la cuenta de un malestar que nos persigue a todos. Generalmente vivimos al margen, inconscientes, de un hábito negativo que se nos ha colado de rondón en la vida cotidiana, y que nos afecta gravemente. Me refiero a las PRISAS. Yo he caído en la cuenta de este vicio, al verme a mí mismo, encerrado en casa, con todo el tiempo del mundo para vivirlo con paz y serenidad, gustando cada pequeño detalle, cada llamada, cada whatsapp, cada encuentro virtual, cada comida, cada movimiento, cada silencio cada oración, cada pensamiento, cada lectura… Y, me he visto con prisas. Iba a toda velocidad. Todo lo quería hacer rápido y estando con la mente en la siguiente historia o en otras historias y pensamientos. Siempre con prisas. Siempre como si fuéramos bomberos de los que dependiera apagar mil fuegos.
Las prisas son un mal objetivo que se nos ha colado en el alma y ha hecho costra dentro de nosotros. Y no es nada fácil sacarlas de nosotros. Pero, la vida nos ha parado a todos, a los enfermos y a los que nos cerramos y podemos enfermar. Un virus enano nos ha paralizado. Estamos encerrados. Y, sin embargo, las prisas no nos abandonan. Y luego se han convertido en un hábito negativo que hemos de desterrar.
No soy ningún experto. Sólo denuncio lo que a muchos nos pasa. Y lo hago para que, aprendamos a mirar con paz y serenidad este vicio secreto, que no da la cara, que nos confunde y agobia, que nos estresa y nos quita la armonía espiritual y humana, que nos violenta y nos dificulta grandemente las relaciones humanas sosegadas, y tantas veces nos imposibilita el silencio, la oración, la concentración, la respiración, la lectura de la Palabra, la íntima relación con Dios y con nuestro propio corazón. Es un mal más grave de lo que pensamos. Esta adherido a nuestro ser y nos maneja y no nos deja ser lo que estamos llamados a ser.
Os propongo que miréis esas prisas. Que os paréis a ver el absurdo que provocan en nuestras pobres vidas las enfermedades que nos traen, el desasosiego en el que nos colocan. Y mirando, mirando, contemplando y contemplando, con la ayuda de Dios, en estos días de soledad, vayamos adquiriendo la certeza de este mal que nos ha metido la sociedad de las prisas, y comencemos a gusta de nuevo de la pausa, de la lentitud, de la serenidad, de la mirada que se entretiene en la lluvia, en la belleza, en el dolor, en la comunicación con los hermanos. Que se deja estar en el ser de Dios. Y gusta de su presencia amorosa.
Mírate sin miedo. Y contémplate con ternura. Y vuélvete a mirar. No te juzgues. Sólo déjate ganar el corazón, sabiendo lo que no es, con la lentitud de gustarlo todo, que decía San Pablo, y quedarte con lo mejor. Descubre HERMANOS, descubre la VIDA, descubre la PAZ y el SOSIEGO DE LOS ENCUENTROS. Se una mujer o un hombre que vuelve a descubrir la alegría de creer, de confiar, de no violentar, de estar a gusto, y sin prisas, consigo mismo y con los demás. Ahora tenemos tiempo presente.
Decía ayer Isaías: «Mirad: yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva: de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear.»
Hemos de cuidar mucho el mundo interior. Este es un tiempo apropiado para ello. Las noticias que nos llegan nos pueden agobiar. Aprendamos el camino de la serenidad. Recemos por los que se van y pidámosle su ayuda desde la otra orilla. Y oremos con paz, sin prisas, por tantos enfermos e infectados como salen a diario. Cuidémonos. Quedémonos en casa.
Padrenuestro que estás…
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros…
Antonio García Rubio.