Reflexiones desde San Blas en tiempos de cuarentena – Día 12º

Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria

Día duodécimo del Estado de Alarma.
Miércoles, 25 de marzo de 2020

CELEBRAMOS HOY LA SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR.

Lo que muchos viven y sufren en vivo, todos los que están en primera línea, cuidando y padeciendo por la salud y la muerte de tantos familiares, amigos y hermanos. Los que han de trabajar cada día para que todos comamos. Y los que estamos encerrados en nuestras casas. Todos, unos más que otros evidentemente, corremos el riesgo de dejarnos infectar de un nuevo virus, que tiene un nombre antiguo: el DESÁNIMO.

Pasan los días, se hace largo el estado de alarma, nos duele tanto y es tan creciente el dolor que compartimos de un modo u otro, se nos acumulan las sensaciones negativas en la mente, vemos que las autoridades y los héroes luchadores se ven sobrepasados, que los medios de que se dispone no dan la necesaria cobertura a tanta demanda, que las preocupaciones por el trabajo, y por el futuro económico de trabajadores, autónomos y pequeños empresarios crecen… Y todo esto, ante lo que no podemos ni debemos cerrar los ojos, nos inquieta y día a día puede provocarnos un grave desánimo.

Espero acertar en estas preocupaciones y ofreceros palabras que os ayuden a cada uno a encontrar vuestras propias soluciones. Ante el desánimo o el desaliento que nos puede llegar, hemos de prepararnos. No nos puede coger por sorpresa. Y, ¿qué podemos hacer?

  1. Primero, tomar conciencia. El desánimo ataca los cimientos de la persona. Y sin cimientos no se puede vivir, la casa que somos, se nos viene abajo. Y no podemos permitirnos caer en desaliento, ni los que están en primera línea, ni los que estamos en retaguardia. Todos somos importantes en esta empresa de sanación y posterior reconstrucción. Estate atento a tu propio corazón y ponte activo según veas los primeros síntomas. Hay muchas maneras de combatir el desaliento.
  2. El desánimo o desaliento hace relación a la fuente de alimentación esencial de la vida, al aire que respiramos, al aliento que recibimos de fuera y que se hace uno con nosotros, manteniendo nuestra vida, el ánimo, la fuerza, la energía que nos llega en cada respiración o en cada alimento que recibimos. También en las palabras de las que alimentamos nuestra interior. Mal aire, mal aliento, malas palabras (que son aliento sonoro), malos gestos, malas noticias, malas imágenes, malos alimentos, van provocando nuestro DESÁNIMO, nuestro DESALIENTO. Cuidemos nuestras fuentes de alimentación. Hay palabras que nos dejan sin aliento, que nos deprimen, que nos enervan, que nos hunden. Cuida las palabras que escuchas y que ofreces a los demás.
  3. Hablo para muchos cristianos. Pero mis palabras humildes son para todos. Son palabras de aliento, palabras del alma. Sabemos que el hombre solo se agota, se acaba pegando golpes contra sus muros y sus sombras. Por eso, nos es tan importante en nuestro cuidado del corazón, para que se mantenga bien ventilado y oxigenado, que le ofrezcamos la fuerza misteriosa del Espíritu Santo, la Palabra viva de Cristo, o el tierno aliento de amor que viene del Padre. Cuidad de alimentaros de la sabia que está expandida por el universo entero, de esa fina energía de amor que nosotros llamamos la gracia.
  4. Buscad libros, conversaciones, encuentros, silencios, el trato diario con la Palabra, la participación en el alimento eucarístico a nivel espiritual, sabiéndoos parte del Cuerpo de Cristo, de ese pueblo nuevo que quiere renacer tras esta crisis tan honda. Alimentaos de la respiración que es oración, alimentaos del bien, de la bondad, de la luz.

«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra», leemos en el evangelio de hoy. María, que hoy recibe la Anunciación del Señor, es la llena de gracia, la llena del aliento de Dios, del don de Dios, de Cristo Jesús. Ella te ayudará a reencontrar el aliento y el alimento que necesitas. Invócala. Y recemos todos juntos, como cuerpo, como pueblo, para no dejarnos inocular el virus del desánimo y del desaliento.

Ayer acompañé a M. Bajé a dar un responso a su madre, Cecilia, que murió en la mañana de ayer en sus brazos. No murió de coronavirus. Hijo único. Estuvo buena parte del día esperando, solo, que viniera un médico a firmar su defunción. Rezamos los dos un sentido responso de amorosa despedida, con la madre aún en la cama, bajo las mantas, como si estuviera dormida.

Vivimos tiempos recios. Cientos de noticias similares nos acosan.

Por la tarde llegó la noticia de la muerte de mi primo Paco. Nacimos los dos en enero y febrero de 1951, en Guadalix. Las muertes de familiares, de personas muy cercanas, nos van tocando en lo profundo. Por eso necesitamos mantener el aliento de Dios, y su esperanza.

Y unámonos todos al Papa Francisco en ese Padrenuestro que rezaremos hoy con él y los cristianos de todas las confesiones a mediodía, a las 12:00 horas.

Respira. Cuida, con la ayuda de la gracia, tus cimientos.

 

Antonio García Rubio.

 

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