Reflexiones desde San Blas en tiempos de cuarentena – Día 10º

Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria

Día décimo del Estado de Alarma.
Lunes, 23 de marzo de 2020.

 

Es tiempo de activar la esperanza. Son tres las que llamamos Virtudes Teologales, porque son de Dios, vienen de Dios y nos ayudan a ser y a vivir plenamente como hombres, como hijos amados de Dios y como hermanos entre nosotros: la FE, la ESPERANZA, y la CARIDAD.

Casi siempre ponemos a correr la Caridad, el amor, que es visible sobre todo porque nos mueve a actuar con las dificultades de los hermanos. Colaborar para que el mundo supere el sufrimiento, siempre es una fuerte llamada para los hombres y mujeres que tienen conciencia del dolor de la existencia, y para las personas con una sensibilidad humana bien desarrollada. Pronto sentimos la atracción por ser buenos samaritanos que se entregan en voluntariados o, incluso, arriesgando la vida por los demás.

Nos cuesta más activar la fe. Cuando el ego humano se engríe, y se ve fuerte y superior, es capaz de olvidarla, de aparcarla o, incluso, de despreciarla y combatirla. Pero seguimos siendo muchos, una mayoría, los que creemos y confiamos en Dios, los que nos sabemos llamados a la fe y, con diversas intensidades, seguimos el impulso del Espíritu, y de la Palabra Cristo.

Pero es más difícil que pongamos en marcha la esperanza. Para que la esperanza viva y se ponga en vanguardia, necesitamos que se den condiciones adversas que pongan en peligro la vida o la fortaleza espiritual que nos mantienen llenos de luz, de sentido, de orientación y de ánimo. Cuando nos vemos ante el abismo, al borde del precipicio o en lo más bajo de la existencia, entonces, si se la invoca, aparece, humilde y decidida la virtud de la ESPERANZA.

Este es el momento oportuno para conocer de cerca este regalo de Dios, que nos brota espontáneo, cuando la vida lo provoca. Estamos bien provocados. Y es tiempo de Esperanza. En estos momentos tan inmisericordes, tan llenos de dolor y de llanto, tan duros de vivir en nuestra enfermedad, la cercanía a la muerte o en la reclusión forzosa en nuestras casas, se activa con fuerza la esperanza. Es su momento. Lo vemos en tantos llamados que recibimos por parte de los que se están dejando el pellejo en el servicio sanitario y en los demás servicios; lo vemos en los ojos y las palabras de los que vencen a la enfermedad, de tanta buena gente como nos manda mensajes de esperanza.

Vivid ahora la esperanza, haceos amigos de ella. Sentirla sentada a la mesa con vosotros. Notarla que se reclina en la cama con vosotros. Verla en el móvil, en las palabras que salen de vuestro corazón, en los mensajes de vuestros familiares, amigos y conocidos. Experimentarla cuando, en el silencio de vuestra oración, o cuando estáis participando de la misa por la televisión, os quedáis hablando con el Padre o con Jesús. Dadla la bienvenida a vuestra casa, a vuestra intimidad personal o familiar. Bienvenida seas, ESPERANZA. Te necesitamos y te agradecemos que vengas de Dios en nuestra ayuda.

Mucho te ayudará la ESPERANZA. Era casi una desconocida, aunque secretamente siempre te ha estado dando aliento y visión en todos tus momentos bajos. Ahora es nuestra fuerza secreta para salir adelante. Así que, con ella, amigos, levantaos y decid: ¡Adelante, Esperanza, hoy, contigo, vamos a salir de este hoyo tan profundo!

Anoche, cansado del día, le escribí a una amiga médica rota de trabajo y deshecha por los sentimientos profundos que están viviendo en los hospitales. Creo que estaréis de acuerdo conmigo en lo que la dije: «Sois gente admirable. Os estáis entregando completamente. Dios os conoce maravillosamente como os conocemos todos. Sólo podemos dar gracias a Dios por vosotros. Es íntimamente maravilloso lo que hacéis. Todo el pueblo siente esa íntima unión con vosotros. Vuestra resistencia sólo es amor y nada más que amor gratuito. Sois los mejores discípulos de Cristo. Gracias. Vosotros sois los que lo dais todo cada día, cada hora, por amor al pueblo herido. Nosotros sólo os acompañamos con absoluto respeto y oración en nuestro encierro. Gracias».

Mantente en oración continua en relación con el Padre.

Padrenuestro…
Dios te Salve María…

Antonio García Rubio.