Reflexiones desde San Blas en tiempos de cuarentena – Día 20º

Foto Jill Wellington – PIXABAY License

Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria

Día vigésimo del Estado de Alarma.
Jueves, 2 de abril de 2020.

 

Amigos.

Sin querer nos hemos metido de lleno en abril. Un mes para el que todos estábamos llenos de planes y proyectos, dentro y fuera de la Iglesia: preparando las liturgias de Semana Santa, las vacaciones, las procesiones, las ferias y todo dispuesto para comenzar a gozar de la primavera. Es inevitable pensar en las palabras de la Escritura: «Mis planes no son vuestros planes; vuestros caminos no son mis caminos.» En este tiempo nos resuena más, y nos hace más pensativos y conscientes la Palabra de Dios. Y yo siento, al comenzar el día una gratitud inmensa por todos los que nos cuidan y protegen. Aplaudo a rabiar cada tarde. Y me encantaría gritar lo agradecidos que estamos todos por esta parte del pueblo que se desvive sirviendo y amando.

Fijaos en la Palabra del evangelio de Juan, de la misa de hoy: «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» El sueño de la libertad crece con más fuerza ahora que estamos como encajonados o encarcelados. Jesús es el camino para una auténtica libertad, la soñada, la trabajada y la siempre esperada. Hemos de mantenernos despiertos en su Palabra, siendo sus discípulos, conociendo la verdad, y al conocerla, siendo libres. Él es el árbol del conocimiento que nos devuelve la libertad para dar la vida sirviendo a la humanidad, a sus necesidades, a la liberación de sus enfermedades y opresiones. Cuando visitas a un amigo, que por sus condiciones físicas y por su enfermedad no puede moverse, y te dice que se siente y se sabe el hombre más libre del mundo, te hace pensar en lo que tú entiendes por libertad.

¿Podemos sentirnos hombres y mujeres libres en la situación de práctico confinamiento en el que estamos? ¿Se puede sentir libre el personal sanitario en sus agotadores trabajos? ¿Te puedes sentir libre en tu pelea familiar diaria, encerrado con los tuyos entre de las cuatro paredes de la casa? ¿Se puede sentir libre un enfermo en su cama hospitalaria o en soledad suprema y abandonada de su casa? ¿Se puede sentir libre encarcelado? ¿Puede sentirse así una carmelita de clausura? ¿Se siente libre el trabajador en su quehacer diario? ¿De qué depende el ser libres? Estas preguntas son una invitación y una puerta abierta esta mañana a tu reflexión y tu oración en el encierro en el que te encuentres.

No apagues la libertad que hace posible la bondad. Trabaja para unir libertad y bondad. El peligro inherente a una crisis como esta es abandonarnos todos en manos del desencanto o de la violencia. Un pueblo como nosotros, para salir de esta crisis, necesita movilizar todos sus recursos. Lo importante somos las personas. No han de crecer las reticencias de los que controlan poder y riquezas, a la hora de generar los recursos necesarios para sanar las personas, lo primero, y para reconstruir la vida social y económica después. Nos guste o no, vamos todos en el mismo barco, salvo los que salen cada día de la vida en busca de la definitiva libertad. Una crisis de esta magnitud puede empobrecer y excluir a millones de hijos de Dios. Con libertad y con bondad este mundo necesita levantarse del atropello de esta crisis. Y si queremos que sea positiva y ayude a la humanidad sufriente, ha de estar fundamentada en la recuperación de la dignidad, la firmeza, la sobriedad, la justicia, la claridad, la libertad y la bondad. Todo lo que se aleje de la libertad de las personas con agallas o con fe, de la bondad esencial que muestra la tierra, la obra de Dios, irá en detrimento de la superación de tanto y tan despiadado sacrificio como estamos viendo cada día.

La libertad de elegir y trabajar la bondad es el camino de un cambio bueno y necesario para la humanidad. Y no hay otro. Convéncete. La bondad en libertad es el camino que está por explorar. Los otros, los que nos han traído hasta donde estamos, ya sabemos a dónde nos conducen. Y el sueño del hombre libre y lleno de bondad se aprende recostado en el Cristo herido.

Tienes mucho-poco que hacer, que convertir, y que vivir. Aprovecha estos días de casa, para hacer tu tarea personal y espiritual. Días vendrán para compartir los dones entre todos y hacer posible un tiempo nuevo. Pero ahora, prepárate. Lee, aliméntate de la Palabra, habla con quien te necesite, y con quien necesites, para crecer como persona y como cristiano. Tómate tiempo. Lo tienes. Eres libre y bondadoso. Ten paz.

Reza por esta humanidad herida. Por los pueblos pobres que no tendrán medios suficientes para combatir la pandemia. Por los que abandonan cada día esta tierra empujados por el coronavirus. Por los que no tienen capacidad para entender qué es lo que sucede, especialmente por los niños encerrados y nerviosos.

Padrenuestro…
Ave María…

Antonio García Rubio.

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