Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria
Día vigésimo cuarto. Estado de Alarma.
Lunes Santo, 6 de abril de 2020.
Buenos días, hermanos y hermanas.
Me encuentro, como muchos de vosotros, en el silencio de la mañana del Lunes Santo, a la escucha de lo que el Señor nos sugiere. Lo hago, como vosotros, tras estos prolongados días de soledad y confinamiento en nuestras casas. Y lo hago también, abierto a la comprensión del Misterio de Cristo, este Misterio de Pasión, Muerte en Cruz y Resurrección, que celebramos desde ayer, los cristianos. Y lo hago buscando con fe y determinación la luz, la iluminación que llegue de modo asequible y humilde a mi corazón y a los corazones sufrientes de tantas personas doloridas, heridas, atormentadas, sin respuestas, sin saber el porqué de este drama personal o familiar, de tanta magnitud en nuestra ciudad, en España y ya en el mundo entero.
Pongamos luz, pidamos con fe la luz de Jesús, ofrezcamos, si la vislumbramos, esa luz, que para ser cercana y verdadera, ha de brillar en nuestra propia vidas. No se puede mentir a nadie hablando de Cristo. No podemos hablar de su luz, sino se nos da la gracia de vivirla y experimentarla en nuestra pobreza, enfermedad y abajamiento; en nuestras pobres y humildes personas.
Me siento ante el abismo en el que se ha convertido nuestro planeta. Ante ese juego que nos escandaliza, miserable, de los poderes ambiciosos del mundo; y también ante la pobreza, perplejidad y abandono de la inmensa mayoría de nosotros, que ya vive en su familia, o que teme vivir: paro, pobreza, sufrimiento o desamparo, sin salidas visibles y fiables, proyectado más allá de lo que dure la crisis sanitaria. ¿Qué va a ser de nosotros, de nuestras familias?, se preguntan angustiados muchos de nuestros vecinos y hermanos.
Un gran abismo nos atrapa y nos contempla. «¿Es que no habéis podido velar siquiera una hora conmigo?», pregunta Jesús en el más cerrado y delirante de los abismos, para Él, en Getsemaní. «Velad y orad, para no caer en la tentación.» Escuchemos su Palabra. Confiemos en Él. No caigamos, si la vida nos va bien, en el olvido de los otros. «Dios mío, rezaba Él, si es posible que pase de mí este cáliz». Lo mismo que piden hoy tantos familiares y amigos ante la enfermedad y ante el futuro inmediato.
Es aquí, hermanos, en el centro de esta pandemia, que a todos nos iguala a través de la fragilidad más profunda del misterio humano, donde podemos encontrar, abajados, tirados del caballo del orgullo y la ambición, presos de sentimientos de desamparo, conscientes del daño que estamos haciendo a la tierra y a los seres vivos, comprendiendo el dolor de los desamparados, y experimentando este abismo, es aquí donde hemos de encontrar un rayo de esperanza, de luz, de misericordia y de esperanza.
Es aquí donde el Misterio del Dios que se hace uno con nuestro sufrimiento y que nos habla desde su corazón y a nuestro corazón, sumergido en el desprecio y la humillación totales, donde podemos encontrar la fuerza, la gracia, la sabiduría y el camino a seguir. Este Cristo solo y abandonado, reflejo de nuestro propio ser, es la voz más potente de Dios para decirnos: No temáis. Dios está con nosotros. Él te acompaña y no te abandona. Está a tu lado. Y te ofrece en lo secreto de tu mente y de tu corazón, la luz necesaria para que te levantes, abandones los miedos, te recuperes, aprendas a orar, y te dispongas a afrontar los retos que van a llegar, con valentía y con coraje.
El mundo está por rehacerse con racionalidad humana, con criterios de fraternidad. Hemos de reinventar un mundo en el que cuenten, ante todo y sobre todo, y primordialmente, como esta sucediendo durante la pandemia, las personas. Que nunca más vuelva a ser el ídolo del dinero, que nos esclaviza, divide y atormenta, el que rija la vida y las relaciones entre los hombres. Todos hemos de colaborar para hacer posible el mundo que Dios ha soñado, ya aquí, en esta tierra, para los hombres en su crecimiento y evolución.
Tenemos una Semana Santa, llena de luz silenciosa, para dejarnos enraizar en lo que Dios espera de nosotros. No te des por vencido, venzamos juntos las tentaciones del egoísmo manifiesto. Y vuelve a confiar en ti y en tus hermanos, para intentarlo.
Pido para ti y los tuyos, para nuestra comunidad de la Unidad Pastoral de San Blas, y para todos nuestros compañeros de camino, una Semana Santa llena de nobles pensamientos, de oración mansa, y de lo mejor nuestro pobre corazón. Déjate iluminar o deslumbrar por Jesús, por su Evangelio, por su mensaje de amor y de libertad.
Las muertes disminuyen, las noticias son cada día mejores en los datos que se nos ofrecen. Estemos contentos y esperanzados. Demos gracias por estos resultados. Y sigamos con sensibilidad, cumpliendo nuestra tarea de estar en casa, de orar por todas las víctimas mortales, y por todos los que sufren en UVI, en los hospitales o en la soledad de sus casas. Y por todos los países y pueblos que no dejan de contagiarse, para que nuestra experiencia les sirva para combatir mejor la enfermedad.
Padrenuestro…
Ave María…
Antonio García Rubio.