Reflexiones desde San Blas en tiempos de cuarentena – Día 38º

Foto Religión Digital

Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria

Día trigésimo octavo. Estado de Alarma.
Lunes, 20 de abril de 2020.

 

Buenos días, amigos. Todos estamos, en estos días sin besos ni abrazos, necesitados del calor de la amistad. Nos arrimamos al abrigo de la amistad de Cristo Jesús en los momentos de oración. Y también lo hacemos en ese otro abrigo, sencillo y humilde, de la amistad de los amigos, de los hermanos y las hermanas. Una amistad que nos llega a través de los pequeños detalles de cercanía ofrecidos de mil maneras. Una calidez humana que se nos hace presente en estos tiempos, sobre todo, a través de los medios de comunicación, que se han convertido en estelas de calor afectivo y en lazos de amor mutuo entre unos y otros; y, ante todo, con los que más están sufriendo, en su cuerpo o en su alma, por la enfermedad y por los estragos sociales o económicos de la pandemia.

Acabamos de celebrar un nuevo domingo, enganchados a los medios de comunicación, para unirnos a la celebración eucarística de la Misericordia, de modo espiritual. No hemos podido alimentarnos del Cuerpo de Cristo, pero sí hemos participado de la vida del Cuerpo de Cristo, y nos hemos mantenido en Comunión con todos los que lo formamos. Hoy, lunes, nos adentramos en una semana más de reclusión, que aún se continuará por esta y otras dos semanas, según nos han informado. Todos nos alegramos con las emociones que van a sentir los niños y sus acompañantes al poder pisar de nuevo la calle y disfrutarla, aunque sea muy discretamente. A nosotros, ya nos tocará. Seamos pacientes y aprovechemos este tiempo para seguir creciendo por dentro.
Para crecer espiritual y humanamente son importantes tres aspectos a cuidar:
1.- La lectura. Sin olvidar la Palabra de Dios, y la lectura del evangelio del día, abramos el tiempo a la lectura de aquellos otros libros que nos alimenten como personas y como creyentes. Será bueno que abran las librerías. Y que dejemos de ver tanta televisión.
2.- La conversación. Son también necesarias las conversaciones de hondura, las que generan comunicación y apertura del corazón a lo bueno, a lo bello y a la búsqueda sincera de la verdad. Comunicación y conversaciones que podemos tener, bien con los miembros de la familia, o bien por el teléfono o por los correos, con los amigos o las personas que sabemos nos pueden ayudar a reflexionar y a orientar la vida de modo trasparente, solidario y espiritual.
2.- La oración personal. También es muy necesaria la oración personal, también, la comunitaria y la familiar. Hoy vamos a hablar de la personal. Pues, las condiciones de reclusión en las que vivimos, pueden favorecerla, y resultar ahora más posible que cuando estamos en la vorágine diaria del trabajo, el colegio, la familia y la vida cotidiana. Es, pues, momento de intentarla. Los cristianos creemos que la oración es, como decía Santa Teresa, “un trato de amistad con Dios.” No se trata, por lo tanto, de repetir oraciones de memoria, aunque algunas nos pueden ayudar a crear un buen clima de piedad o de iniciación a una oración de hondura amistosa con el Señor. En esa oración de amistad, se trata de implicarnos en una comunicación viva y espiritual con Dios. Y eso nos supone un aprendizaje progresivo. A todo se aprende, a andar, a montar en bici a a pintar. La oración es una invitación, ante todo, a escuchar. Pero, no la privemos, si son necesarias, de las palabras. Escuchar y hablar. Esa es la comunicación y la oración es comunicación.
Algunos cristianos, que no se han ejercitado nunca en este tipo de oración, se preguntan si eso es posible, y también si no será una locura. Y, puede resultarnos difícil intentarlo, si no lo hemos practicado nunca;  y es, ciertamente, una locura, una bella locura, movida por el amor a Jesús de sus discípulos, y por la fuerza misteriosa del Espíritu Santo, que es el que, en verdad, nos mueve el corazón hacia Dios, a quien no vemos y a quién, tantas veces desconocemos. Pero intentémoslo. Ahora tenemos tiempo.
Para empezar, puedes hacerlo situándote en un rinconcito de tu casa. Sería bueno que lo convirtieras en tu lugar habitual para el encuentro con el Señor, en una especie de pequeño templo, que sea reflejo de tu templo interior y te anime a entrar en él.
A continuación, bien sentado en una silla, con la espalda recta, o en una postura meditativa, en el suelo o en un banquito, comienza con una de esas oraciones que te sabes de memoria. Y, a continuación empieza a respirar. Inspirar y expirar. Hazlo lentamente. Ora respirando y respira orando. Y ve concentrándote en tu respiración. Y así irá entrando en silencio tu mente, que suele ser la loca de la casa, copada por miles de palabras y pensamientos que te molestarán… Date tiempo. Al inspirar siéntete lleno del aliento del amor de Dios. Y al expirar ofrécele a Dios y al mundo lo mejor de tu corazón. Y así, mantente, sin moverte, por un rato largo. Luego, cuando el corazón está cálido por el calor de la respiración, y se encuentre preparado de amor, sin perder la respiración, escucha atento, y habla con Dios, con Jesús, como se habla con un amigo, de corazón a corazón. Y eso, hazlo un día y otro día, mientras dure la pandemia. Después caminarás sólo. Este será tu tiempo del aprendizaje. Podrás confundirte todos los días. No te importe. Persevera. Pronto podrás darte cuenta de que no es tiempo perdido. En Internet encontrarás páginas que te ayudan a respirar y a silenciar. Entre nosotros tenemos ahora la página de los Amigos del Desierto, donde encontrarás mucha ayuda.

Concluyo con la invitación que nos hace hoy Jesús en el evangelio de la misa: «Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: «Tenéis que nacer de nuevo»; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.» El camino de la lectura, de la comunicación espiritual, y de la oración, puede ayudarte a nacer de nuevo. Esa es la gran vocación de los bautizados en Cristo: Dar vida al hombre o la mujer esencial que quiere nacer en nosotros de la mano del Espíritu.

Ten paz. Ora por tus hermanos que están en búsqueda, por los que se dejan atrapar por prejuicios que les alejan del Misterio, por los que no sensibilizan con la solidaridad, y por tantos como siguen atrapados por el coronavirus, o con la vida atrapada o complicada por una mermada o inexistente economía.

Padrenuestro…
Ave María…

Antonio García Rubio.