Reflexiones desde San Blas en tiempos de cuarentena – Día 42º

Pxhere.com – CC0 Public Domain

Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria

Día cuadragésimo segundo. Estado de Alarma.
Viernes, 24 de abril de 2020.

 

Buenos días, amigos.

En los Hechos de los Apóstoles, aparece una comunidad de discípulos y testigos del Resucitado, llena de Espíritu Santo. Se habla de una comunidad viva, modelo de comunidad orante, activa en la caridad y sensible ante los situados en los márgenes. Una fraternidad fecunda, firme y fuerte ante la adversidad, y decidida a comunicar la Noticia del Señor Resucitado. Los hermanos unidos no tienen miedo ante el poder que les acosa, y les persigue hasta la muerte. Su unidad en lo material y lo espiritual la expresa bien la frase: «Tenían un mismo corazón y una misma alma». Unidad fraterna vivida como fructífera experiencia de comunión, que culmina compartiendo los bienes materiales, y procurando que no falte a nadie lo necesario para vivir. La comunidad crecía de día en día, y era bien vista por el pueblo.

Esa comunidad sigue transmitiendo hoy una llamada a vivir fraterna y comunitariamente. Lo hace con persuasión y belleza. Nos atrae, impacta, deja huella y anima a orar por el renacer de la vida comunitaria que Jesús enseñó a sus discípulos en Galilea. Aprender a vivir en comunidad nos ayudaría a abandonar el individualismo reinante.

Estos 42 días, recluido en soledad, son un toque de atención purgativo para tu exagerado individualismo. Durante los últimos años, tú, yo, la mayoría, aún sin bienes especiales en los que apoyarse, nos hemos dejado arrastrar por la publicidad y una sutil manipulación mediática, cultural, política, económica e incluso religiosa. Hemos caído en la trampa fácil de practicar un consumo excitante, que ha puesto en peligro la armonía del planeta, y nos ha alejado del dolor inmenso de los pobres. Muchos se han visto obligados por sus pobrezas y opresiones, a atravesar desiertos y mares peligrosos, con la pérdida de infinitas vidas, para participar ellos también, del consumo, el trabajo, la libertad y la atracción de Occidente.

Durante años nos hemos mirado el ombligo agradecido, y sentido privilegiados y poderosos por haber nacido unos centímetros más arriba en el mapamundi, o a este lado de los mares. Nos hemos metido en una burbuja y olvidado de tener otras miras que las de nuestro ego seguro. Y la pandemia nos avisa que el sueño del paraíso occidental no es definitivo, ni va a durar siempre, y se puede terminar.

Y aquí te encuentras tú, como yo, forzados a un encierro impensable en el mismo individualismo que nos sirvió de escudo protector en el pasado. Llevamos cuarenta días de sufrimiento común, en los que nuestra sensibilidad ha ido despertando, al compartir días de quebrantos, y gran dolor. Los vivimos solos y encerrados, y, a la vez, misteriosamente, en común. Y así empezamos a darnos cuenta de lo bueno, bello y auténtico que es el apoyo solidario, la vida en común, los aplausos sin colores, y la experiencia de que el dolor es un vehículo que, lejos de darnos miedo, nos une más y más. Y para nosotros, acostumbrados al individualismo, la experiencia de vivir más en común desde dentro, nos abre a una nueva conciencia, y a valorar la bondad y la belleza de la vida fraterna. Reza hoy desde la fe común, y pide tener un sólo corazón y una sola alma, como la comunidad de los discípulos.

Ellos se mantuvieron encerrados por el miedo, como nosotros. Con las puertas cerradas, resistieron apoyándose unos a otros en la desgracia por la pérdida de Jesús. Buscaron el calor, pero sólo se ofrecían inseguridad e individualismo. Incluso intentaron la vuelta al pasado, a la pesca y sus oficios. Pero cuando acabó su pandemia, y tras ser tocados por el encuentro con Jesús resucitado y el fuego de su Espíritu, se unieron, y crearon lazos y vínculos indestructibles. Olvidaron el miedo. Se transformaron en hermanos los unos de los otros. Desvelaron el gran corazón que les ligaba con Jesús. Y se sintieron lazos de amor eterno, un Cuerpo, una unidad imagen del Dios de Jesús.

Ahí lo dejo con alguna pregunta: Piensa y ora en lo secreto de tu corazón: ¿Volver a la antigua ambición que lleva a la ruina a los pueblos y a la tierra? ¿Volver, al salir del este encierro, a encerrarse en una burbuja individualista sin conciencia solidaria? Piensa y ora: ¿Estaremos dispuestos, con fe, a arriesgar por vivir fraterna y comunitariamente? ¿Seremos capaces de compartir lo que somos y tenemos para que todos vivan con lo esencial? Y, por último: ¿Qué pequeño gesto puedes realizar, como punto de referencia para ti y los tuyos, de que todo cambiará para bien de todos?

Empieza a trabajar en red con otros, y hazlo con alegría. Piensa y reza con fe. Y como cada día pídele al Padre por los vivos y por los difuntos.

Padrenuestro…
Ave María…

Antonio García Rubio.

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