Por Fernando Cordero
Publicado en Catalunya Cristiana el 4 de julio de 2021
He visitado al obispo Luis Marín de San Martín, subsecretario del Sínodo de los Obispos, en la sede de este organismo, muy cerca de la Plaza de San Pedro. Da gusto escucharle hablar sobre el proceso sinodal al que nos emplaza el papa Francisco a partir de octubre próximo. Luis recalca lo importante que es que nos escuchemos todos en la Iglesia y que nos aventuremos, al aire del Espíritu, al diálogo con entusiasmo. No hay temas de los que no se puedan hablar. Lo importante es que todos nos subamos al carro de esta forma de ser comunidad eclesial. Esto supone también que tanto los sacerdotes como los obispos diocesanos faciliten esta manera de proceder, en la que todo el Pueblo de Dios es consultado y tenido en cuenta.
Luis me ha ido presentando a sus compañeros de viaje: la hermana Nathalie Becquart (la primera mujer que votará en el próximo Sínodo y a la que entrevistó Catalunya Cristiana en el número anterior) y el cardenal Mario Grech. Sin ningún tipo de protocolo (cosa bastante extraña en el Vaticano), sin previa cita, me ha acercado a ambos de la manera más natural. Al llegar al despacho del cardenal, este me ha preguntado si me apetecía un café. Hemos salido de allí y nos hemos ido a una cocina familiar, donde el cardenal y el obispo han preparado el café en una pequeña cafetera. A mí este detalle me ha dado que pensar.
En la Iglesia en la que soñamos, la sencillez ha de vehicular nuestras relaciones interpersonales. Da igual qué puesto tenga cada uno, porque lo realmente significativo es que, desde donde estemos, nos pongamos a servir sin protocolos intermedios. El que primero llega a la cafetera y se da cuenta de que alguien necesita café, se pone a prepararlo y ya está. Un café puede dar para mucho: para
entrar en diálogo, bromear, compartir y alentarnos en el camino. Me ha parecido un ejercicio precioso. Ojalá en las parroquias y en otros lugares podamos estar en torno a una mesa soñando juntos, sintiéndonos todos hermanos.