Nos encontramos ante un espacio que queremos, ante todo, que sea de Dios en todos y para todos.
No es un espacio de arte sino de espiritualidad y comunión desde el arte. No es un musical o multifestival, ni una celebración convocada por un fundador o líder de un carisma o movimiento determinado, ni un cajón de sastre donde todo cabe. No es tampoco una actividad concreta a la que luego hay que comprometerse y apuntarse o afiliarse.
Es un sencillo espacio diocesano abierto y transversal de Espiritualidad y Comunión Trinitaria, donde lo esencial no es el espacio en sí mismo, sino la trascendencia y dirección a donde apunta. Intenta pobremente “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión”, favoreciendo que se experimente realmente una verdadera espiritualidad de comunión (Juan Pablo II en NMI).
El arte será el cauce y la excusa de Dios para ofrecer gratuitamente lo que gratis hemos recibido. Arte anónimo y desapercibido, para crear una sola obra de arte: la que Dios quiere hacer de nosotros.
El arte es como la lanzadera que nos hace reconocernos como piezas de un puzzle, que revela un dibujo multicolor configurado por muchos colores y piezas diferentes, que se unen y complementan íntimamente para reflejar la riqueza de una Iglesia y de un mundo plural y unido. Y en este puzzle humano nadie puede faltar, ni quedar fuera, pues si fuese así, se quedaría incompleta la obra de Dios.
El arte pertenece al sistema del Don, gratuito y libre. El arte es el fundamento de toda sacramentalidad. Cuando algo no se puede poseer, se pinta; cuando algo no se puede besar, se hace melodía; cuando algo no se puede hablar, se danza; cuando algo no se puede resucitar, se hace verso. (Siro López)
Todo en oración, en alabanza continua, en búsqueda del Espíritu de Dios, que nos lleve en libertad a la unidad. Oración en el secreto del corazón de cada hombre y mujer, para convertirlo en instrumento de Dios.
Te pedimos, Padre, que nos dejemos mover por ti, como piezas que se pertenecen unas a otras, incompletas si no se unen.
Como miembros de un solo cuerpo, muerto si no está unido.
Como tripulantes de una barca, tu barca, que irá a la deriva si no vamos juntos.
Que nos encontremos unidos en ti, Señor, avanzando hacia un mismo amanecer.