Reflexiones desde San Blas en tiempos de cuarentena – Día 22º

Foto Karolnovaes – PIXABAY license

Unidad Pastoral de San Blas
Parroquia de la Candelaria

Día vigésimo segundo. Estado de Alarma.
Sábado, 4 de abril de 2020.

 

Buenos días, amigos, hermanos.

No podemos entrar en la rutina de lo negativo, en una especie de ruleta rusa a la que nos vemos obligados a jugar y que nos puede herir en cualquier momento. Ni tampoco podemos dejar que la sensibilidad se nos atasque ante un uso desmesurado de la misma, debido al abuso de las redes, a tantas desgracias humanas y a las numerosas muertes concatenadas. Y, por último, no podemos dejar de sorprendernos un sólo día de nuestra vida. Y ahora tenemos motivos más que suficientes para hacerlo a cada paso de este largo camino.

Y me quedo con el asombro. La realidad provocada por el coronavirus es asombrosa. Tanto por el mal objetivo que provoca, como por el bien objetivo que desarrolla. Los ojos que ven el mal y nos aterran o nos causan estupor, son bastante diferentes a los que nos hacen percibir el bien, incluso incrustado en un aparente mal. Y es ahí, cuando sucede algo así, cuando salta la chispa que todo lo transforma y lo convierte en don, en gracia, en luz, en sentido, en belleza, en atracción. Pongo un ejemplo. Llamo a un amigo por que está hospitalizado, con fiebre y problemas pulmonares incipientes. Este es un mal objetivo. Nos llamamos y me ponga a hablar con él desde la fuerza destructiva del mal, pero pronto noto que él esta inquieto porque necesita ser escuchado. Y me dice: «Tienes razón. Pero todo eso ya no me interesa. Entré aquí con miedo, pero al ver y vivir todo este inmenso drama, me ha sucedido algo que lo ha cambiado todo. No me digas cómo ni porqué. Pero estoy asombrado de mi reacción. Siento fuerza. Tengo claridad en el corazón. Entiendo que esto es una preciosa llamada de atención para mi vida. Veo que mi familia también está tocada. Se nos han caído de la cabeza muchas mentiras en las que teníamos fundamentadas nuestras vidas. Y ahora sabemos que todo cambiará, que todo puede empezar de nuevo. La vida es maravillosa y nos avisa, quizá con crueldad, de que íbamos por un camino equivocado. Esta es nuestra oportunidad para cambiar. Si Dios ha permitido esto, cómo vería que estaba todo de desencaminado. Esto nos dará cordura y nuevos criterios de actuación y de sensibilidad para cuidar la vida, a los niños, a los abuelos, a los débiles y necesitados. Es asombroso lo que está pasando. Ahora veo con ojos de fe y de confianza. Dios empieza a tener sitio en nuestras pobres vidas. Le habíamos dejado fuera de nuestros intereses. Pasa lo que tiene que pasar y lo que sucede nos avisa de que es preciso cambiar el modo de vivir. Y a ello me voy a dedicar con mi familia cuando salga de aquí. Asombroso, Antonio.»

Esta conversación me hace pensar que es posible que resucitemos los vivos, aparentemente vivos, pero bastantes muertos, y que solo andamos preocupados de nuestro bienestar y del de los nuestros.

¿Como consecuencia del encierro, se te pasan los días con la creciente sensación de que estás como adormilado, entontecido, o paralizado? Si es así, no es bueno que dejes que esa experiencia se acomode en ti, te vuelva tan anémico, que seas capaz de reaccionar a lo que esperan de ti la vida, la humanidad, los que lo están dándolo todo con amor por sanar y servir, los enfermos que esperan curarse, y los muertos, víctimas y mártires de esta guerra invisible. No es bueno que no sepas reaccionar y luchar por un verdadero despertar de tu conciencia. Este amigo te recuerda que necesitas RESUCITAR. Y eso es lo apasionadamente asombroso.

Es hermoso confiar en que el Padre resucitará a nuestros muertos, como lo hizo con Jesús. Pero, hay algo más. La fe nos enseña que tú y yo, que somos seres vivos, también necesitamos resucitar; también necesitamos volver de nuevo a la vida, y hacerlo de un modo asombroso, como nos recodaba nuestro amigo hospitalizado. Podemos despertar la conciencia adormecida, convertirnos de la vida torpe que estábamos llevando, y sabernos llamados a un modo nuevo, austero y humano, de vivir.

¡Resucita! Vive responsablemente. Jesús es la resurrección y la vida. Jesús puede ayudarte a despertar, a revivir, a levantarte. Cree, confía y empieza de nuevo. Reza con Él en tu silencio. Háblale. Escúchale. Aprovecha este presente extraño para cambiar el corazón con el aliento del Espíritu. ¡Resucita! Te están esperando.

Y reza por la humanidad. Siéntete parte de ella, herido con ella, sufriente con ella, doliente con ella, esperanzado con ella. Aprende a sentirte UNO con la humanidad sufriente y con el Padre. Y pide el fin de la pandemia y el fin de nuestros corazones oxidados y herrumbrosos de tanta y tan desmedida ambición. Y no olvides a los que mueren y sus familias.

Padrenuestro..
Dios te Salve María… Hoy es sábado reza bajo la protección de María por nuestro pueblo.

Antonio García Rubio.

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